"Excuse à mes lèvres. Ils trouvent satisfaire dans les lieux les plus inattendus"

martes, 5 de mayo de 2009

guerra sin palabras.




No entiendo el porque molestarse en provocarme.
No, mejor dicho, no entiendo el porque molestarme.
Odio a las chicas que se divierten paseándose entre la gente normal, llamando la atención en lo que puede ser un simple día de instituto.
Pero lo que más odio es cuando pasando por mi lado me miran con cara de superioridad.
Ayer fue la gota que colmó vaso.
Simplemente me provoco, pero más me provoco aún la mirada de "el" cuando ella acabava de pasar.Por favor pero si es una rubia de bote!Así es que hoy simplemente es mi turno.

Aprovechando que hoy es un día de actividades culturales,( uno de esos dias en los cuales nadie hace nada, y solo sirven para no dar clase y que tanto los alumnos como los profesores, nos dediquemos a pasear a nuestro ritmo por los pasillos ignorandonos mutuamente)me pinto los labios de un color bermellón.
Los coloretes y los ojos muy cuidadosamente, con una raya que realce mis ojos, y los haga más bonitos.

<<¿Se puede jugar con trampas? pues claro tu las usas todos los dias, tu eliges los sujetadores con aumento y yo utilizo mis escotes porque para el juego de hoy, no me interesa que se note el "push up".>>
Tengo para eligir varias piezas que me van perfectas con la camisa negra de manga corta que me he puesto, es perfecta ya que tiene un escote interminable. La primera es una faldita vaquera, la segunda una falda a cuadros (que ya he llevado otras veces) y la tercera unos shorts. Elijo la primera, ya que es la más provocativa y la que más alarga mis piernas.
En el tren, porsupuesto, la misma gente de todos los dias, pero que hoy no dejan de mirarme.Bajo y empiezo a caminar por el anden en dirección a la salida de esa enorme estación que parece no terminar nunca, todo el mundo me mira. Me siento alagada.

Solo tengo que cruzar la calle para llegar a mi instituto.
Y que haces tu?para variar estas en la entrada fumando, como todos los dias, fumando y hablando con los chicos que se quedan fumando, y revoloteando a tu alrededor.

Pero hoy no, esta vez no la han mirado a ella, esta mañana no la he mirado mal yo a ella, yo he llegado con una sonrisa, mientras ella se giraba a ver que miraba todo el mundo.

Entro royo "femme fatale" y que te den, yo no he visto tu carita, pero tranquila que luego me la van a contar.

F:Caroline

Hoy en el instituto, las cosas han cambiado.A mi nunca me ven, pero yo lo veo todo.
Esa estupida y creida chica hoy se a quedado un poco mal.Porsupuesto se ha hecho la enferma y se a marchado.
No importa nadie la ha hechado de menos.
No es de extrañar, que la gente hoy no le mirara a ella, cualquier chica que se arregle un poco queda mil veces mejor que ella, pero hoy ha sido la bomba.
Una chica, llamada Caroline ha llegado espectacular.Es su peor enemiga, a mi me cae mejor y creo que a la mayoria de la gente también. Solo que no van detras de ella babeando...Bueno hoy si. incluso esas estupidas niñas de la ESO se han quedado mirando con mala cara.
Ella se ha limitado ha comportarse como todos los dias.
Creo que hoy me he hecho fan de una mujer.

F:Damián


Por fin!Sabía que este día iba a llegar. Se que Caroline solo está jugando aunque nadie se de cuenta, le encanta jugar.
Normalmente juega desde el lado contrario, oculta entre todas esas personas.
Pero hoy ha explotado. Por fin mi genial mejor amiga, esa chica que realmente es preciosa, esa chica que ha llorado delante de mi por tantos chicos, por tantos cabrones.
Hoy se va a comer el mundo, y aunque se que mañana no volverá así, se que a ella nadie le volverá a mirar con mala cara.
Por cierto ¿Donde se habrá metido esa estúpida que siempre me pide cigarrillos?Debe haberse marchado a casa llorando.

F:Roberto.


Apareció, de la nada en mi habitación, la habitación del viaje previsto al que todos acudimos. Me encanta.
Esa mirada desgarradora, puede conmigo. Después de desnudarse lentamente se acercó, me acarició, empezó a recorrer mi cuerpo con la punta de su lengua

Anoche soñé con Caroline, hoy me he despertado sudando.
Nunca la había visto de ese modo, siempre la había visto como una hermana a la que secar las lagrimas.
Me siento como si la hubiera traicionado, después de todo este tiempo...
Como puede creer de verdad la gente que me gusta esa niñata?
Es...demasiado zorra...
F:Alex


Espero que ahora todo vuelva a la tranquilidad con menos tensiones...
yo ya explote...
No te conformes con observar como te quitan lo que quieres...
ahora tengo otro dilema....Alex por que? apareces en mis sueños?

F:Caroline

(Lo escribi hace mucho tenia que terminarlo)

Layla

sábado, 2 de mayo de 2009

Underground


El sonido del metro ahogó mis jadeos.

Puede que sea la frase que resuma toda esta historia, todo aquel momento. El metro, la gente, el ruido y las miradas. Y él, por supuesto fingiendo mirarme tan solo a mí, como yo solamente podía mirarle a él. Tenía miedo de malinterpretar alguna de sus palabras, de sus gestos asique no podía dejar de mirar aquellos ojos oscuros que escondía mil juegos.

Mil juegos como aquel.

Qué me llevaba a dejarme arrastrar por las manos a veces cálidas y a veces nerviosas de mi experimentado compañero era algo que no sabía. O quizá si lo sabía, pero prefería no pensarlo.

En aquel preciso momento, la falda de instituto revoloteó un momento entre mis piernas mientras el tren con dirección “no estoy segura ni en qué línea me encuentro” nos dejaba atrás, como náufragos por decisión propia. Me subí los calcetines azul marino más arriba de la rodilla y me volví a incorporar. Entonces estiró su mano y me levantó la barbilla.

—Deberías cortarte el pelo a capas.

—¿Si? ¿No te gusta así?

—En realidad me gustas siempre.

Mi corazón loco se aceleró imperceptiblemente para él, pero para mí retumbaba en los oídos impidiéndome pensar. De todas formas, ¿para qué quería pensar? Eso me había causado casi perder esa oportunidad y no quería volver a hacerlo aunque quizá fuera lo mejor para mí.

“¡Bah! ¡Al diablo lo que sea mejor para mí!”

Vinieron después los juegos de palabras, los intercambios de indirectas y no tan directas y el ansiado y esperado acercamiento que tanto tiempo se había hecho de rogar.

Su mano recorría mi espalda en círculos imperfectos, se paraba en mis caderas y allí descansaba la mano. Estaba nerviosa, después de todo era mí… Sentí su mano subir por el interior de mis muslos y pensé que aquello era irreal. Escalofríos incontrolados me dominaban, había dejado el control a otro. A él. Intenté sobreponerme y me salió una voz algo ronca o quizá aniñada, no consigo recordarlo cuando intenté hablar.

—Tengo… calor…

—Yo podría darte más calor y no te importaría el absoluto…

Aquella voz fue incitante, sexy, morbosa. Me había susurrado en el oído, su aliento me recorría el cuello y pronto no fue lo único que me lo recorría. Algo caliente y húmedo descendía desde la cavidad que había tras la oreja. Poco a poco, poniéndome la piel de gallina, haciéndome levantar una pierna y enredarla entre las suyas, muerta de deseo. En ese momento me hubiera gustado decirle “Soy tuya” y haberme abandonado a las oscuras emociones que me recorrían pero aún poseía la coherencia suficiente como para guardarme esas palabras. Era un juego, ya lo sabía de sobra… Sin embargo no estaba segura de cuánto tiempo iba a poder aguantar. Alcé las manos y me agarré a su cuello, sufriendo una leve convulsión y levantando el pecho inconscientemente. Él lo tomó como una invitación y su caricia se convirtió en beso, y el beso inició su camino hacia el nacimiento de mis senos. Me desabrochó el polo que llevaba y yo enredé las manos en su pelo, apretándolo con fuerza. De verdad estaba empezando a sentir más calor… demasiado calor. Le empujé y separé, retomando el control. O intentándolo. Él me miró con una de esas sonrisas pícaras suyas y me atrajo hacia él. Me abrazó, me acaloré con su calor a través del jersey, sentí su corazón y escuché mi respiración claramente agitada. Me dio vergüenza mostrarme tan sumisa, tan inocente, tan… suya.

—No, no me has dado más calor.

—Si estás ardiendo, luna— Contestó, acompañándolo de una carcajada sincera. Le divertía. Sonreí desafiante y segura de mí misma y al mirar un momento hacia abajo pude comprobar que no era la única con problemas de deseo. Él también estaba excitado. Lentamente, como una pantera hace con su presa, me acerqué con movimientos insinuantes y me puse de puntillas, para llegar mejor a su cuello. Ladeé su cabeza con cierta brusquedad y él medio sonrió. Puse entonces los labios en su cuello y noté su sabor. Su aroma me atontó por un instante y quise morderle, pero me contuve. Abrí un poco la boca y pasé rozando ligeramente la lengua por la zona donde iba a besarle. Eso le erizó el bello de la nuca. Después apreté los labios contra su fibroso cuello y presioné, atrayéndolo hacia mí a la vez que cerraba la boca y seguía haciéndole cosquillas con la lengua… Sabía de sobra que aquel era su punto débil y él no pudo soportarlo.

—Ey, ey ey ey ey…—Jadeó, a sabiendas de que deseaba más pero no podíamos continuar en aquel lugar. En el andén del metro. ¿Cuántos habían pasado? ¿Cuántas personas nos habían visto? Yo no me había percatado de ninguna. Todo se había silenciado, el mundo se había callado… Excepto él, él y yo.

De súbito noté unos labios en los míos. Abrí los ojos con miedo ¿qué tenía que hacer? ¿Dejarme llevar? Aquello me traía malos recuerdos. Pero entonces vi sus ojos, que me miraban retadores. Supe que era él y no otro y cerré los míos. No supe si había hecho lo mismo, pero sé que su sabor me acompañó el resto de la semana.

Sentí sus labios, su saliva se mezcló con la mía. Jadeamos, nuestros cuerpos se acercaron. Por el amor de Dios, qué necesidad sentía de terminar con aquello de algún modo… Notaba los pezones extrañamente duros, todo estaba sensible, cualquier roce… Entonces se separó y me sonrió como solo él sabía.

—Pareces un pervertido cuando me miras así—Comenté, intentando pensar en otra cosa.

Tenía que irse, lo sabía. Llegaba un tren, podía volver a oírlo. Intentó decirme algo, pero el tren entraba en la estación y las palabras fueron acalladas por su terrible orden de silencio. Quise pararle, preguntarle qué me había dicho pero no encontraba palabras. Tenía la garganta seca. De algún modo sabía que iba a ser nuestro último encuentro.

—Te… ¿Te vas ya?

Él sabía que lo necesitaba a mi lado, lo sabía de sobra. Para mí no había sido ningún juego. Me reprendí por ello, de pronto empecé a encontrarme mal y si no fuera por su abrazo oportuno, habría caído en el suelo del subterráneo. Me sostuvo y me volvió a susurrar, esta vez con cariño.

—Lunita mía…

Después, sencillamente, se marchó.

domingo, 19 de abril de 2009

sex&love...pasion





Evelyne, es la chica fugaz.

Hace unos años era una tonta enamoradiza,pero aprendió a jugar.

Disimuladamente claro está.

Se enamoraba de cualquier chico que le hacia un poco de caso.

Y le rompían el corazón una y otra vez...


Una vez, le tendieron una trampa, un chico que sabia lo tonta que era, se aprovecho para acostarse con ella.

Su primera vez.

Le dolió tanto enterarse de aquello, que su corazón se hizo fuerte y frió.

A partir de ese momento Evelyne, se acostó con muchos hombres...

La habían follado, había follado a gente.


Una noche de verano, en la terraza de un bar conoció a un chico, y claro estaba que iba a ser un juego como fue con todos los demás.

Puede incluso que al día siguiente no se acordara de su nombre.

Tal vez Carlos? David? Víctor?

No lo recordaría, así que no provaría a llamarle por su nombre...


Como era de costumbre, al poco rato esta en su cama, en la cama de el.

Vivía en un piso muy cuco, a las afueras de Alicante, cerca de la playa...
Un par de horas antes, al entrar en su casa, sintió que ese chico se parecía más a ella de lo que pensaba.

Se quedo mirando sus cosas.

Este chico era algo diferente, por poco que fuera, algo tenia.

El simple echo de no agarrarla y echarla sobre su cama, sin que le diese tiempo ni a mirar el color de sus paredes, ya lo hacia diferente.

Ese chico, la endulzo lentamente, y lo mejor, inconscientemente.
El era así.
Obviamente, terminaron en la cama, pero era algo mutuo, entre atracción sexual y un poco de amor, pero de ese que al día siguiente nadie recuerda.

Pero ni siquiera se molesto en desnudarla del todo, ella recordaba la melodia que el había tocado antes, con una pequeña flauta.

Y el le daba placer, mucho placer, no podía recordar nada, estaba fuera de si, se movía demasiado rápido, demasiado bien.
Todo era demasiado perfecto.

Amaneció.
Ella pensaba que todo había terminado.
Lo más trabajado que había vivido al día siguiente, un chico que junto a una nota de despedida le dejo una fresa.
Y ella quería comérsela, pero la dejo, fue a abrir la nevera y se comió las 7 que quedaban.

Al girarse, lo vio acostado a su lado.
Se quedo pensativa, se dio la vuelta y se hizo la dormida, pensando que seria temprano.

A los 10 minutos empezó a notar como una lengua, recorría su cuerpo...
Buen modo de despertarme...(pensó).

Y lo primero que le susurro al oído Sebastiann.
Era muy observador, sabia que no lo iba a recordar.

Ella se vistió rápidamente, el se metió en la ducha, y aprovecho para marcharse.
No estaba acostumbrada.
Pero no podía marcharse así sin más.


Le deja una notita, con su numero.
Estuvo todo el día pensando en porque no podía olvidarlo.
Tal vez volvía a ser una tonta enamoradiza!!

No!!
No podía ser...
Ella sabia controlar sus sentimientos!
Hay una diferencia muy amplia entre amor y sexo, y lo único que tienen en común la pasión.

No se lo explicaba, pero efectivamente no podía olvidarlo, no podía olvidar aquella preciosa melodía sacada de una flauta tan pequeña y tan preciosa...
No podía olvidar el color vino de sus paredes, ni a el encima de ella, penetrándola sin quitarle toda la ropa...


El sonido de aquella ducha se quedo grabado en su cerebro.


Llamaría o no?

martes, 31 de marzo de 2009

Lucy


Por supuesto que ella sabía que comerse de aquella manera una piruleta era un modo de seducción, lamiendo relajadamente el caramelo, alargaba la lengua, la paseaba por la superficie con sabor a fresa y después la introducía entre sus labios, hasta que quedaba oculta en la boca. Aquello, con la combinación de su vestido color rojo a lunares, podría haber hecho temblar a cualquiera, sin embargo, Sergio la miraba impasible, tachándola con la curvatura de sus cejas de guarra o algo por el estilo y Lucia no podía evitar hacer aquello con más coquetería, sabía que él tendría un limite y necesitaba rozarlo con uno de sus dedos, deleitándose en el contacto.


Descruzó las piernas y las subió sobre el banco, poniéndose de tal forma que ahora se le veían aquellas braguitas de algodón blanco que había elegido para él. Ella era una niña, una niña de 14 años demasiado tentadora, todavía no tenía los pechos totalmente formados, pero se alzaban ligeramente bajo la tela fina, pestañas espesas y manos delgadas, una voz melodiosa y una mirada profunda que bien podría haber asustado.

Claro que tentaba a Sergio, claro que se hubiese abalanzado sobre ella y la hubiese impregnado de su olor para que ningún otro macho se la quitara. Una muñeca, la virginidad al alcance de su mano, pero ella no rozaría su limite, tenía demasiado claro que un chico de 25 años, no debía acercarse a alguien como Lucia.

La adolescente se puso de pie algo molesta cuando Sergio apartó la vista al adoptar ella esa posición, y se paseó un poco entre los dos bancos, él solo se atrevía a mirarla cuando Lucia le daba la espalda, no, no podía hacerle creer lo que no debía ser.
Ella tosió un poco y dando un botecito se giró abruptamente, topando con los ojos de Sergio, sonrió y caminó hacia él totalmente decidida, una vez delante le puso una mano en el hombro y se sujetó para poder sentarse, sobre su pierna derecha, a horcajadas, como si fuese a montarle el muslo, él tragó. Ella volvió a meterse la piruleta en la boca y se acarició un mechó que tenía junto a la cara.

-Dime algo Sergio.- pidió ella con aquella voz melosa.- ¿Crees que soy bonita?

Más que bonita, perfecta, la estrella de nieve que cae entre los copos, el color rosa de los atardeceres veraniegos.

-Eres una niña normal.

Ella se removió contra el vaquero, él era consciente de que entre ellos solo habían dos piezas de ropa, su pantalón y la ropa interior de ella. Respiró hondo y la miró a los ojos.

-No soy una niña.- replicó pegándose un poco más a él, acortando las distancias, quedándose a una centímetros del cuello que comenzó a besar.

Los labios se pegaban a la piel por el caramelo, así que después de besar, Licia lamía el dulce y Sergio se estremecía. Cuando creyó que había sido suficiente, arrastrando el trasero hacia atrás se movió contra él y salió de encima de la pierna, volviéndose a poner de pié ante su cara dejando el pecho a la altura de los ojos de Sergio. Agachándose un poco le dio un beso en la mejilla y de un mordisco se acabó la piruleta, tiró el palo al suelo y se recolocó la falda.


-Las niñas no hacen estas cosas.- Sonrió de una forma infantil y se marchó a casa.

lunes, 23 de marzo de 2009

Hundida

Nunca entenderá, el porque de las fiestas del jueves por la noche.
Se despierta, y esta sola en la cama.
Hace frió, demasiado. No solo esta vacía, ni siquiera se ha deshecho por el otro lado. Aún no ha llegado.
8:00
Se levanta se ducha, esta desesperada!
No llega, pues puede que cuando el despierte la que no esté sea ella. Llueve, los dias de lluvia no le gustan, no cuando no puede salir a saltar en los charcos.
Mientras está en la ducha escucha la puerta.
Sale, esta tirado en el suelo, y muy borracho. Haciendo fuerza lo lleva hasta la cama, lo desnuda.
Le pone el pijama y lo deja acostado.
Se termina de duchar, sale y el esta de pie en el pasillo.
-Te encuentras bien quieres vomitar?
No contesta. Se acerca a ella la abraza...
-Estas borracho porque no te das una ducha?
La coje con fuerza le quita el albornoz y lo lanza.
-Para, tengo que irme, tengo clase no puedo faltar!

La coje y la estampa contra la pared!
-Dejame! No quiero! Sueltame!
-Eres mia, no tengo porque soltarte.
Nunca había conocido esa parte de el...
Le hace daño! El no es así! No pensaba que fuera así al menos!
Siempre había sido dulce...
La tira al suelo, se tumba encima de ella y la agarra por las manos!
-No! dejame! Respetame como mínimo no? Sueltame!

No se puede deshacer de el...
La penetra, ella se resiste, le hace daño y más daño!
No para...

Consigue soltarse y restregandose por el suelo moverse, esta boca abajo ahora pero el no la deja marchar...
Consigue llegar hasta una figura que había en medio del pasillo... No se atreve...
Ella le quiere le no es así... no entiende que ocurre...
Le muerde!

El para, se aparta.
Se queda con los ojos abiertos como platos...
-Que he hecho...?
Llora, ella llora ella no puede evitar llorar, se siente sucia.
El no reacciona... no puede, no sabe...

Se acerca a ella y ella no lo rechaza, pero ve en sus ojos el daño que le ha hecho...
El la quiere es lo unico que tiene, a ella...
Si se acerca ella tiembla tiene miedo... le tiene miedo...

No soporta esa sensación dentro de el...No puede que puede hacer?
En unas horas a sobrepasado un límite al que nunca se había acercado...

Ella saca todo su valor...
Aún recuerda donde guardo la maleta cuando llegó allí.
En realidad no se quiere marchar...
Pero que puede hacer?
La había violado...

Queria borrar ese día de su vida...
Se encierra...
Mete cuatro trapos, y le escribe en un papel:
[Ya te mandaré mi nueva dirección, y así me mandas el resto de cosas. La cena está en la nevera.]

Sale al pasillo y lo ve roto, llorando.
Un día le enseñaron que nunca debia permitir que un hombre la maltratara, que se debia hacer respetar.
Va bajo los efectos del alcohol.

-Por favor...no te marches...are todo lo que quieras... pero porfavor... eres todo lo que tengo no me dejes aqui solo...
-Yo no te dejo solo. Tu me dejaste sola anoche.

Coje los cuatro trastos y sin cojer las llaves se larga.
Será de lo que más se arrepienta en su vida.
Y ya no sabe, si se marcha, por lo que le ha hecho, o porque sabe que no podra soportar su mirada de dolor.
Cuando la compadezca, como si ella no fuera una persona lo suficientemente fuerte como para protegerse.



Le mandó la dirección.
No recibió nada.
Le llamo y no estaba encendido.
La localizo una antigua amiga.
Se había suicidado y había dejado una pequeña nota:
Ni con este castigo, me arrepentiré lo suficiente.

Te quiero.

Alcohol en vena



-Voy borracha.- Declara Lucía al entrar al baño, quiere cambiarse de ropa y quitarse sus tacones.

-Yo también.- admite Cesar mientras cierra la puerta con pestillo. –Necesito una ducha caliente.- Se saca la camiseta por la cabeza, Lucia deja de respirar (¿Cómo de caliente? Pregunta su perversa mente) y suelta una carcajada al verlo, llevaba meses sin observar el cuerpo de Cesar y no recordaba la manera en que la recalentaba.- Pero no mires.

-Claro que voy a mirar, te estás desnudando delante de mí.

Cesar sonríe ya en calzoncillos y apaga la luz del baño, se quedan en penumbras, aun se ve algo.

-Venga, date la vuelta.

Suelta una risita al ponerse de espaldas a la ducha, muerta de ganas por girarse y vislumbrar como el agua viaja por la piel de Cesar.

-Date tú también la vuelta, tengo que cambiarme.- Se descalza y consigue deshacerse de aquellas molestas medias que ha estado subiéndose toda la noche.- ¿Sabes? Siempre he querido acostarme contigo. – De nuevo ríe y se baja la falda empujándola con un pie.

El agua aun no se ha puesto en marcha y piensa en volverse para buscar la mirada de Cesar ante aquella declaración. No lo hace.

-¿Sigues ahí?- Pregunta esperando que él conteste.

-Sí.- Susurra despacio y cálidamente en el oído de ella, como un ronroneo, pecho contra espalda.
Lucia se plantea tirar las piernas hacia atrás y entrar en contacto pleno con él. Tampoco lo hace. No esperaba aquel asalto, pero lo estaba deseando. Las manos de Cesar se colocan al borde de su camiseta, tira hacia arriba. Cuando el trozo de tela cae al suelo, ella lo vuelve a apartar con el pie.
Deberían tener frío, en cambio arden.

Lucia empieza a darse la vuelta.

-Te he dicho que no mires.- Cesar la muerde en el hombro y sujeta sus manos.

La ropa interior de Lucia se humedece y gime un poco por la mezcla de dolor y placer que la deshace de dentro hacia fuera. Aprieta los dientes y se retuerce dando un paso hacia atrás. Él se mantiene en su sitio, al siguiente empujón pierden la estabilidad y ambos caen al suelo, Cesar la suelta y se echan a reír como dos niños que solo jugaban.

-¿Te he hecho daño?- Dice ella intentando ponerse en pie, él se lo impide y a base de hacer fuerza consigue tumbarla contra el suelo del baño, boca arriba. Cesar niega con la cabeza y gatea sobre ella hasta quedarse a la altura de su boca, no la besa, no se besan, se miran y sonríen con complicidad.

Bendita tortura puede llegar a ser una lengua, que inicia su recorrido en la oreja, descendiendo por el cuello, miles de llamas que encienden un cuerpo. Se detiene para deshacerse del sujetador de Lucia y se entretiene tras quitárselo, en sus pechos redondeados con piel de gallina, saliva por todo el cuerpo, llega al ombligo y juguetea con el piercing, continúa, evade las bragas, las salta y Lucia maldice. Mordisquea los muslos, besa sus rodillas y la mira. Ella está enfadada.

Cesar le coge las piernas y las separa. Entonces su lengua lame donde ella lo necesita con el tejido de por medio, mientras le pellizca el costado. Lucia le tira del pelo y alza las caderas. Se miran, se ríen.

Él se deja caer al lado de ella. Lucia cree que tiene fiebre por el cuerpo y no puede evitar los jadeos, todo el mundo da vueltas y las sombras se mueven a su antojo. Con un dedo recorre la piel de Cesar, despacio, muy despacio y le tararea una canción estúpida en el oído. Le muerde el brazo.

-Puta, duele.- se queja.

Sonríe y para. Para el mordisco, el dedo ha seguido bajando y ahora acaricia el abdomen, aplana la mano abarcando toda la superficie que puede, sin vergüenza se mete por debajo de la goma del slip, él cierra los ojos, pero ella no puede verlo con claridad. Envuelve el miembro, se relame los labios.

-¿No ibas a ducharte?

Ahora es la mano de Cesar la que se cuela entre la humedad de Lucia. Se imagina a toda la gente que debe haber bajo y eso la excita más. Ambos aceleran el ritmo. Pega el cuerpo al de él, sus pezones endurecidos acarician el pecho de Cesar. Le lame el cuello sin dejar de masturbarle y busca su boca, de nuevo a escasos centímetros y los gemidos de uno se confunden con los del otro, huelen a alcohol. Él se acerca, quiere besarla, Lucia se aparta y sonríe, aquello acaba en bocado, ese es su castigo, pero cada vez que Cesar le clava los dientes Lucia cree morirse del gusto.

Empiezan a temblarle las piernas, lo sostiene con más fuerza, le besa la oreja, le jadea, mordisquea su lóbulo y se deshace contra la mano de él. Cuando Cesar ve como Lucia arquea la espalda aprieta la mandíbula y pone esa cara de malo que ponen todos, lascivia, se corre. Ella se ríe satisfecha, aun están borrachos. Alargan la mano hasta el bidet para lavársela y se acurrucan después el uno en el otro.

Tocan a la puerta, cierran la boca, intentan abrir.

-Ey, quien esté dentro que abra.- dice una voz al otro lado.

Cesar señala a Lucia y le hace un gesto para que hable. Ella duda.

-No puedo, ahora saldré, se me ha caído encima bebida y voy a darme una ducha caliente…
Si alguien vuelve a preguntarme haré otro ¬¬

El hombre del cigarrillo.


Ding dong. El timbre.

Gisele mira el reloj. No lo espera tan pronto, aunque ya está lista. De todos modos, decide hacerle esperar. Él llama dos veces más.

Deja que llame una tercera y se quita los pendientes. Avanza despacio hacia la puerta, y la abre a la vez que finge ponerse los pendientes.

- Espera un momento, ya casi estoy.


Gisele sabe guardar las apariencias. Pasea cogida del brazo de él, le sonríe y finge que le escucha. Se deja arrastrar a un restaurante elegante. Come y se comporta con elegancia, se mueve con gracia. Una chica refinada, toda una señorita. Una mujer seria.

Pero no, la seriedad no le va demasiado. Lo que ella espera de ese hombre es sexo. Única y exclusivamente. Si se deja llevar a cenar es sólo por guardar las apariencias, aunque está segura de que su acompañante sabe perfectamente qué clase de chica es ella. Una chica fácil.

Terminan de cenar. El café en mi casa, ofrece Gisele. La cuenta y la última copa. El camino de regreso es lento, aunque los dos quieren terminar cuanto antes.

Adicta. A Gisele le gusta mucho el sexo, pero los hombres la aburren. Por eso, cada vez es con uno diferente. Adicta. Pero últimamente el propio sexo la aburre.

Llegan a su casa. Él va al baño, y ella entra en la cocina, sin la más mínima intención de hacer café. Un vaso de agua y mira por la ventana.

Ya no se siente excitada. Saber que va a tener sexo le provoca la misma emoción que fumar un cigarrillo. Sabe que es placentero, pero también sabe que se lo va a fumar, sí o sí. Un polvo y un cigarrillo, sólo duran un par de caladas. Adicta, no excitada.

Ahora quiere un cigarro. Mira por la ventana, mientras espera a que él vuelva. Fumará después. Siempre ha pensado que esa ventana es demasiado grande para una cocina. A menos de cinco metros hay otro edificio. ¿Para qué una ventana tan grande para ver sólo ladrillo?

No, no es sólo ladrillo lo que ve. Desde ahí puede ver otra ventana, una sola, la única a esa altura del edificio de enfrente que da a esa calle. No es tan grande, y la luz está apagada.

Se oyen pasos en el pasillo. Él está viniendo, pero Gisele sigue mirando la ventana de enfrente. Y entonces distingue, en medio de la oscuridad, un punto rojo, que aumenta y decrece.

Él entra. Se acaba el teatro. La rodea desde atrás y empieza a morderle el cuello. Pero ella sigue mirando. Ahora alcanza a ver una oscura silueta, casi invisible en la oscuridad. Un hombre la está mirando, mientras se fuma un cigarro.

Mientras, él ha subido sus manos hasta sus pechos, y se los masajea con ansia, y le muerde ahora la oreja. Ella gime para contentarle, y sigue mirando. Sabe quien es el hombre que la mira. Compra el pan en el mismo horno que ella, y es socio del mismo videoclub. Más próximo de los cincuenta que de los cuarenta, es un de esos hombres que solo se vuelven atractivos cuando en su cabello empiezan a aparecer canas y dejan de afeitarse a diario. Uno de esos hombres a los que el paso del tiempo les vuelve sexys.

Él sigue masajeándole los pechos. Le ha quitado la blusa y le ha descolocado el sujetador. Ella sigue mirando, y el hombre del cigarrillo la mira también. Ella no puede verle la cara, pero sabe que mira. La mira y fuma, y ella se excita. Quiere que siga mirando, mientras otro hombre se la tira. Quiere que mire, quiere que vea todo lo que va a hacer.

Se gira y besa al hombre que va a formar parte de su función. Lo giro y lo estampa contra la encimera, y ella se pone enfrente. De este modo, puede seguir mirando a la ventana. Se quita el sujetador y deja que él le lama los pechos, mientras ella le baja la cremallera del pantalón. Se agacha y libera su erección. El jadea mientras ella hace. Gisele sabe que el hombre está viendo eso, y se lo introduce más adentro.

Se incorpora. Él sigue jadeando, y ella mira la ventana mientras se relame. Se desnuda y lo aparta de la encimera. Se tumba boca arriba, con las piernas colgando hacia el suelo, y la cabeza hacia atrás. Así puede mirar la ventana, aunque lo ve todo al revés. Él hace ademán de desnudarse también, pero ella le dice qué quiere que haga.

Los hombres la aburren. La fastidian. Nunca saben lo que una mujer quiere. Hay que explicarles constantemente qué es lo que tienen que hacer. La aburren.

Mientras él recorre con la lengua su interior, ella grita. Lamenta entonces no tener la ventana abierta para que el hombre pueda escuchar sus gritos. Se corre, más por la excitación de ser observada que por el placer que le están dando.

Lo coge ahora de la camisa y lo tumba sobre la encimera. Le quita los zapatos, los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. Le deja puesta la camisa, y de reojo puede ver el cigarrillo encendido en la ventana de enfrente.

Abre las piernas y se coloca encima de él. Poco a poco lo introduce dentro de su cuerpo. Empieza a mover las caderas arriba y abajo. Apoya la cabeza en su hombro derecho, y gira la cabeza en dirección a la ventana. El hombre sigue allí. Gisele sonríe y entonces se mueve más y más rápido, subiendo y bajando más las caderas, con más fuerza, casi con violencia. El cigarrillo del hombre todavía no se ha consumido.

Finalmente él se corre, después de que ella haya tenido otro orgasmo, del cual él no tiene el mérito. Gisele se incorpora, quedándose sentada en la encimera, desnuda, y lo empuja para que baje.

Mientras él se viste, ella contempla la ventana. Busca entre su ropa, y saca su pintalabios rojo. Se pinta los labios con la boca entreabierta. Mientras el hombre da su última calada, ella besa el cristal, dejando la marca de sus labios. Un beso para su espectador. A ti te dedico este polvo.

El cigarrillo casi se ha consumido por completo, pero antes de que el hombre lo apague, Gisele puede distinguir con facilidad, a pesar de la oscuridad, la sonrisa morbosa y pícara que el hombre le brinda.

El espectáculo le ha gustado.

domingo, 22 de marzo de 2009

Revolviendo el futuro...


Viaje de vuelta.
Tres horas encerrada en un tren.
La despedida ha sido horrible.
Y al final nadie me ha acompañado a visitarte.
La verdad tampoco quería.
Así tenía más tiempo para estar a solas contigo.

Los últimos meses estuvimos muy juntos, muy unidos.
Hasta te tuve que compadecer, cuando te despediste de tu novia, y de tu exnovia.
Seis meses sin verte. Unas tremendas ganas y tras un accidente el tren se retrasa dos horas!

Me habíais preparado una cena pero os dije que hicierais marcha.
Gorka me recoge a las 11:30 en la estación de sants.
Nos dirigimos directamente a su piso.
De tus tres compañeros de piso solo conozco a uno pero no es momento de presentaciones.
Nos encerramos.
El abrazo que tanto había esperado. Sí, valía la pena haber venido.
Me coges en brazos y me lanzas sobre la cama.
Cuantas cosas que contarnos.
-Layla, mañana quiero hacer una locura…
-Pero…sobre que?
Sonríe.
-En realidad no creo que aceptes…
-Pero que es?
-Vamos a tatuarnos lo que tu quieras pequeñito, escondido, pero que nos una.
-Jaja! estas loco!
-Aceptas?
-Acepto
-Tienes sueño?
-Bastante.
-Ponte el pijama y a dormir!
-Jaja

Me quito la ropa, no será la primera vez que me ve desnuda.
Me acuesto y obviamente iba a dormir conmigo.
Ahora los dos solteros, los dos que nos gustamos…
La habitación tiene cerrojo.
Diez minutos después ya estaba cerrado.
Los dos sabíamos como iba a terminar.
Me das un beso en el cuello, me acaricias la barriga, como sabes lo que me gusta!
Sabías que no te iba a rechazar.
Te pones encima de mi.
Nuestras piernas cruzadas, tu acariciándome toda, con ropa, pero toda.
Me quitas la camiseta lentamente, y luego el sujetador.
Con tu lengua repasas mis pechos poco a poco, con la mano acaricias, y luego tocas, fuerte.
-Me encantas.
-Sabia que iba a pasar…
-Cuanto tiempo…
-Cuantos años…

Te quito la camiseta.
Tus manos dentro de mi pantalón y besándome.
Y es que una vez empiezas no se puede parar.
Bueno si, pero nunca con una sonrisa.
Me quitas el pantalón, y con el las bragas.
Tu boca empieza a bajar, tu mano restregándose y dentro de mi un dedo, y de mi boca un gemido!
Como me puedes poner tanto!
Y tu boca, y tu lengua!
No me puedo estar quieta!
Me retuerzo de placer entre las sabanas!
Me pones encima, te como todo el cuello, se como te gusta, te soplo…
No era la primera vez…
En mi cabeza no cabe nada más…
Te quitas le pantalón…
Dentro de mí!
Que intenso, que exagerado!
Prácticamente no he podido participar…
Grito! Nosepuede evitar!
Pero en poco tiempo estas gritando tu…
Vuelto a gritar, y otra vez…
Terminas, me abrazas, me besas…
Te beso!
Nuestras lenguas no se quieren separar…
Y volvemos a empezar…
Al día siguiente la locura. Me dolía. El tatuaje estaba bajo el ombligo a la derecha.
Una semana y tres horas en un tren y aún me dolía.
Una preciosa estrella que te iba a provocar dormir unas semanas boca abajo.
Tu lo llevabas en la espalda.
Llego a Valencia.
Aquí no me recoge nadie.
No me puedo quitar tu propuesta de la cabeza!
[-Quédate no te marches…
-Mitren sale en dos horas…
-No lo cojas, no vuelvas quédate aquí conmigo…]
Recuerdo la noche que te marchaste. No pude dormir. Decidí no marcharme contigo. Aún no. De las siete personas que más me habían importado me quedabais dos.
Y en diferente ciudades. Mi familia era diferente, a nadie le importo el día que me marche de casa.
Vosotros sois mi verdadera familia. Llego a casa y entro. Ahí esta mi compañero de piso Jorge. La segunda persona.
A el no le podía dejar solo en esta ciudad.
O se venia conmigo o no me marcharía. Pero tampoco podía vivir con los dos.
En el último mes me había acostado con los dos. Varias veces.
No quería que viera mi tatuaje.
De cada cosa que me hacia se enamoraba más de mi cuerpo.
Y sabía que le iba a gustar y eso terminaría en su cama. No al día siguiente aunque sabia que a Gorka no le iba a importar.
Tal vez un poco de celos pero nada más.
Abrazo a Jorge con cuidado de no hacerme daño con el tatuaje.
-Te he echado de menos…
Que le podía contestar? Una mentira? La verdad…
-Yo también…
Mi cabeza es un puto batido de fresas con nata!
-Me voy a la ducha.
-OK

Voy desnudándome y pum! Entra de repente al cuarto de baño!
-Te has hecho un tatuaje?!!
-No te han enseñado a llamar!!!
-Es que te esta llamando Gorka…
-Ah…
Tras la ducha salgo a hablar con el…
-Te gusta el tatu?
-Si te queda way…
-oye…
-Que?
Le cuento lo de Gorka creo que se merece saberlo…
Se queda mirando el suelo.
-Me quiero ir a vivir a Barcelona.
-Que?!!!
-No te puedo obligar a que te vengas pero…me gustaría…
-Te vas? Y yo que? Me quedo aquí? solo?
-Tienes a los demás…
-Los demás? Si quisiera estar con los demás viviría con ellos y no contigo!
-Entonces me quedo…Yo no quiero separarme de ti…
-Me voy contigo…
-ENSERIO?
-Sí! Me voy contigo! Es lo que tu quieres desde hace mucho! Además allí hay más curro…

Le abrazo…nunca pensé que seria tan fácil…que lo conseguiría…me mima…
Se queda con su cabeza en mi hombro…Se viene…nos vamos…

No había que ser muy listo para saber que Gorka no estaba enamorado de mi.
Era una dura amistad muy fuerte, pero con algún que otro derecho…

-Te quiero, no puedo vivir sin ti…si tú te vas, yo me voy contigo…

Jorge se me estaba declarando…
Me deje caer y rápidamente me atrapó. Mis lágrimas caían sin parar.
Me secó la cara y me tumbó en el sofá.
Directamente se tumbo encima de mí. Cariñosamente y con su cabeza en mi barriga.
Observando mi tatuaje.
Yo no había dicho ni una palabra. Fue repentino. De esos venazos que me dan a mí.
Darme cuenta de algo que no podía ocultar.
Yo no podía vivir sin el ni el sin mi. Eso significaba algo. Me giré y me puse encima de el. Le empecé a besar.
-ámame
Me cogió y nos fuimos a la cama.
No me lo estaba follando. Estaba”haciendo el amor”.
Era lo mismo pero al mismo tiempo todo lo contrario. Le quite la camiseta. Los pantalones…
Me coge las manos y las pone donde más le gusta…
En su inconfundible erección…
Le gusta…Se corre, y tras eso me desnuda rápidamente. Tampoco llevaba mucha ropa…
Dentro de mi. Había estado muchas más veces, pero esta vez era diferente…
Me provoco un orgasmo, un gemido, otro, pero después, una sensación d ela que no me pude desprender…
Y se quedó abrazado. Se durmió…
Yo empecé a pensar en nuestro piso…
En Barcelona.

Al final fueron tres estrellas las tatuadas…
Y fue un piso para tres…

Confusión.


Carlota no sabía exactamente cuánto hacía que conocía a Fernando. Sabía que no era mucho, tan sólo un par de meses, tal vez tres, tal vez cuatro. De hecho, no podía decirse que realmente lo conociera. Él no se había dejado.
Y ahora pensaba en él y se sentía estúpida. Estúpida por todas las lágrimas que había vertido por él, y por las que no conseguía secar aún.
Estúpida.
Fernando era… no podía decirse que fuera el amor de su vida, ni nada parecido. A veces se confunden amor y obsesión, y esto es lo que le sucedió a Carlota. Fernando era su obsesión, su gran capricho.

Fue una de esas noches. Los de siempre, donde siempre. Carlota no tenía demasiadas ganas de ir, pero Jaime se lo había pedido. Carlota no era una persona fácil de convencer, por eso se sorprendió al ceder tan fácilmente. Pero, ¿para qué engañarse a sí misma? Jaime era un chico diferente a cuántos había conocido. Cuando lo conoció, pensó que era sólo fachada, pero pronto descubrió que estaba totalmente equivocada. Resultó ser una persona realmente singular, y a Carlota la maravillaba. Él había confiado en ella desde el primer momento, y pronto e hicieron amigos. Disfrutaba mucho de su compañía, por eso acudió esa noche. Por él.
Como cada fin de semana, acudieron a casa de Samuel. Eran muchos, y la noche era larga. Carlota no quería separarse de Jaime. Con él se sentía segura, protegida, sobretodo protegida de Fernando. Pero Jaime iba a la suya, y Carlota no quiso pegarse toda la noche a él, como una niña, para no agobiarlo.
Estaba más pendiente de Fernando, pero de él intentaba mantenerse alejada.

Iba pasando la noche, y el alcohol se sumó a la fiesta. Como siempre, al principio todo fueron risas. El alcohol vuelve a todo el mundo simpático y divertido, pero sólo al principio. Las lágrimas no tardaron en aparecer de nuevo, pero esta vez más escasas.
Carlota lloraba por Fernando, como de costumbre, o quizá por costumbre. Buscó a Jaime para refugiarse en sus brazos, y él la estrechó con fuerza. Se sentó encima de él mientras él prestaba atención a otras cosas, pero de vez en cuando la abrazaba o la besaba con dulzura en la cabeza, en la mejilla o en el cuello, como para recordarle que seguía ahí, protegiéndola.
Y entonces, oh vaya, ¡sorpresa! Carlota se dio cuenta de que no cambiaría ese momento por nada. No cambiaría esos brazos que la rodeaban por ningunos otros, ni siquiera por los de Fernando. Ni una sola vez con Fernando se había sentido tan bien como se sentía en ese momento con Jaime.
- ¿Tienes sueño?- le susurró a la oreja. Carlota se estremeció.
- Sí-. No escuchó su propia voz al responder.
- Venga, vámonos a dormir.
Encontraron una habitación en la segunda planta. Era pequeña. Una cama con cabecera de madera coronaba la estancia. A la derecha, una mesita de noche, con tres cajones y una lámpara sin bombilla. A la izquierda, un gran armario, demasiado grande pare esa habitación, dificultaba la entrada a la habitación, pues impedía que la puerta pudiera abrirse completamente. La única luz que había era la que se filtraba a través de las cortinas, blancas, que llegaban hasta el suelo..
A trompicones llegaron a la cama. Sin desvestirse, Jaime se tumbó boca arriba, cogió del brazo a Carlota y la arrastró con él. Le cayó encima. El la abrazó con fuerza y giró la cabeza hacia el otro lado. Pasaron unos minutos sin que ninguno dijera nada, hasta que Carlota creyó que se había dormido. Aprovechó para ponerse cómoda. Con cuidado se quitó los zapatos y las medias, y se colocó boca abajo, justo encima de él, y rodeo su cuerpo con los brazos. Al notarla encima, el la abrazo más fuerte, apretándola contra su cuerpo, y le dio un beso en la mejilla.
Pero Carlota había decidido que no se iba a contentar sólo con eso. Cambió de posición, de manera que su sexo rozara el de él, y le dio con húmedo beso detrás de la oreja. Al momento se arrepintió. Él era su amigo, no la veía así.
¿Qué demonios estaba intentando hacer?
Pero él no se apartó, ni pareció molestarse. En vez de eso metió su mano bajo la camisa de Carlota, y empezó a acariciar su espalda, mientras la otra la deslizaba despacio hacia su cadera. A Carlota le gustaba prolongar estos momentos, alargarlos para incrementar el deseo, el suspense, la emoción, pero ya no podía más. Con una mano acarició los labios de él, y con la otra le giró la cabeza, pero fue él quien la besó.
Dulce y tímido al principio, ardiente y desinhibido después. Él deslizó las manos desde la espalda de ella hasta su trasero, y allí hundió las manos debajo de su falda, acariciándole con fuerza, y la cogió impulsándola desde las nalgas para subirla más arriba, obligándola a abrirse de piernas. Fue entonces cuando ella notó su erección, y se le escapó un gemido, que lo estimuló más. Con las manos recorrió todo el cuerpo de Carlota, sin quitarle la ropa, entreteniéndose en acariciarle con más intensidad en aquellos lugares que parecía gustarle más.
Ella estaba extasiada. Con un ansia enfermiza le besó y le mordió, y cuando se le acabaron los lugares donde morder, lo obligó a sentarse para poder quitarle la camisa.
Con el pecho desnudo, él aprovechó que ella también estaba sentada, y volvió a hundir su mano bajo la falda, esta vez por delante. Primero la acarició con delicadeza, y ella gimió. Luego, de forma brusca, enterró los dedos en su interior, caliente y húmedo. Ella gritó y recostó hacia atrás, boca arriba, para facilitarle el acceso. Él aumentó el ritmo, e introdujo otro dedo. Ella se agarró a las sábanas, mientras gemía como no lo había hecho nunca.
Pero antes de que ella alcanzara el clímax, el paró. Aturdida, observó como se quitaba los pantalones, y después los calzoncillos, quedando completamente desnudo. Ella seguía vestida. Durante un instante él la miró a los ojos, a la vez que le acariciaba la mejilla, con infinita ternura. Siguió acariciándole, esta vez los labios, y la volvió a besar, cogiéndola de la nuca, levantándole un poco la cabeza. Después, despacio, se separó, y ella se subió la falda, casi al mismo tiempo que el empezaba a bajarle las bragas, muy muy despacio, mientras se colocaba justo encima de ella.
Entró dentro de ella, poco a poco, y casi al instante tuvo el primer orgasmo de la noche. Mientras ella gritaba, él empezó a moverse más rápido, con más fuerza, más salvajemente, mientras excitaba el resto de su cuerpo con los dientes y la lengua. Pronto, Carlota tuvo otro orgasmo, y luego otro más. Él estaba agotado, sudoroso, tanto que las manos de Carlota resbalaban por su espalda. Y, cuando ya no pudo más, la abrazó con toda la fuerza que le quedaba, penetrándola una última vez, con fuerza, y la besó sediento, antes de unir sus gritos a los de ella.
Y quedaron así, abrazados, húmedos y acalorados, satisfechos, envueltos entre las sábanas, mientras abajo todavía se escuchaban las risas de los demás.

Carlota no sabía cuánto tiempo había pasado cuando despertó. Notó unos brazos que la rodeaban. Era Jaime. Estaba dormido, y aún era de noche. Lo miró durante unos minutos, sonriendo. Los dos estaban vestidos. Carlota dudó.
¿Lo había soñado?
Entonces, mientras contemplaba a Jaime… Te quiero. No. ¿Lo quería? Pensó en Fernando. No, no prefería que fuera él quien estuviese tumbado a su lado. Pero también había creído quererle a él. ¿Había confundo amor con una obsesión? ¿O estaba confundiendo ahora la amistad con el amor?
Mientras pensaba en todo esto se acurrucó más contra Jaime, y lo abrazó como pudo. Estaba tan a gusto a su lado…
Y entonces se abrió la puerta.
Carlota se incorporó. Fernando la contemplaba desde fuera.
- Carlota, ¿puedo hablar contigo un momento?

viernes, 20 de marzo de 2009

Creando fantasías



Por aquella época era casi un dios para ella. Bram tenía doce años más que Chantal y una pose dura y retorcida que los niñatos de la edad de Chantal intentaban imitar inútilmente. Era pequeño y delgado y siempre llevaba unos pantalones vaqueros negros muy ajustados y camisetas llenas de rotos. Se cortaba el negro cabello a trasquilones y su rostro era atrayente y anguloso. A Chantal le había impresionado mucho el hecho de que no sólo hubiera estado en Londres, sino que, además, hubiese frecuentado el club nocturno de donde habían salido los primeros punks neogóticos.


Se acordó de la primera vez que oyó a Bram recitar sus poemas. Fue en la universidad. Ella llegó temprano para reservar un asiento en primera fila. Al acabar el recital, sintió el deseo de decirle algo, aunque no sabía qué. Pero todavía era muy joven y se sentía intimidada por las mujeres bellas y los chicos delgados y pálidos que se apiñaban alrededor del poeta. Chantal se mantuvo a unos pasos de distancia mientras él hablaba con una chica rubia que irradiaba un atractivo que ella no creía poseer. No obstante, al cabo de un rato, él la miró y la intensidad de su mirada hizo que Chantal se diera la vuelta y saliera todo lo rápido que le fue posible sin echarse a correr.

Después de aquella primera vez, Chantal no se perdió ni un solo recital de Bram. Una noche, según salía, sintió una mano en el brazo. Por alguna extraña razón, supo inmediatamente que era él. Se dio la vuelta y le dijo:

- Eres mi ídolo.

Después se sonrojó hasta las orejas. Él sonrió.

Para disimular su vergüenza, Chantal le preguntó algo sobre el tatuaje que tenía en el brazo. Bram le explicó que era un símbolo de los antiguos alquimistas. Le preguntó si creía que los metales se podían transformar en oro, pero no escuchó su respuesta.

- Vámonos – declaró Bram cogiéndola de la mano. Ella no preguntó adónde.

Se acordaba de la primera noche que paso con Bram como si fuese ayer. Cuando llegaron a los suburbios de Darlinghurst, él la condujo hasta un estrecho callejón y bajaron por unos escalones que conducían a un apartamento diminuto. En el salón había una cocina americana en una esquina, un sofá con los muelles rotos y gran cantidad de libros y discos desordenados por el suelo. En la otra habitación había una cama, mucha ropa sucia y una mesita baja con una pipa de agua y un cenicero repleto de colillas. El único otro mueble era una silla plegable de madera. El apartamento apestaba ahumo rancio, a humedad y a sudor. Bram abrió una nevera ancestral y sacó dos botellas de cerveza. Las abrió de manera rutinaria en el borde de la encimera, le dio una a ella y, sin mas preludio, se dirigió hacia el dormitorio. Ella observó las chapas que habían caído al suelo.

Siguió a Bram hasta la puerta del dormitorio. Él se estaba haciendo un porro sentado encima de la cama. ¿Qué estoy haciendo aquí?, se preguntó ella. ¿De verdad es esto lo que quiero? ¿Qué me seduzcan sin ninguna ceremonia, sin ningún romanticismo? Estaba nerviosa y excitada, y también un poco molesta, aunque más con ella misma que con él. Indecisa, apoyada en el marco de la puerta, se quedó mirándolo con la cerveza en la mano.

Bram le dio una calada al porro y se lo ofreció.

-Ven aquí, pequeña –dijo dando unas palmaditas en la cama.

-Natasha* -le corrigió ella en un susurro. Se sentía humillada. Ni siquiera le había preguntado cómo se llamaba -. Me llamo Natasha, y no soy tan pequeña. –Después bajó la mirada, consciente de que se estaba sonrojando.

-Ven aquí, Natasha –dijo él.

Ella no se movió. El se encogió de hombros y le dio otra calda al porro.

En las fantasías de Chantal, él se había esforzado un poco más por seducirla. En sus fantasías, él había fingido interesarse por sus poemas. En sus fantasías, él al menos la había intentado cómo se llamaba antes de intentar llevarla a la cama.

En realidad, cuando Bram la volvió a llamar estuvo a punto de irse.

Pero no lo hizo. No podía renunciar a sus sueños tan fácilmente. Se acostaría con él, pero bajo sus condiciones, no las de Bram. Se puso todo lo erguida que pudo; hasta entonces había estado un poco encogida para que él no pareciera más bajo que ella, que lo era. Lo miró a los ojos. El sonrió, pero ella le respondió con una fría mueca de desprecio.

-Quítate la camisa –le ordenó ella.

Él la miró sorprendido.

-¿O es que prefieres que me vaya a casa?

Chantal notó en la mirada de Bram que el juego le gustaba. Él apagó el porro en el cenicero, se quitó la camisa sin desabrochársela, se recostó y se apoyó sobre los codos.

-¿Y ahora qué, Natasha? –preguntó.

-Los pantalones, las botas, los calcetines.

Bram obedeció.

-Buen chico.

Chantal dejó la cerveza, sacó el mechero del bolso y dio la vuelta a la habitación encendiendo las velas que había colocadas en el suelo. Bram la observaba intentando parecer tranquilo, aunque es difícil parecerlo cuándo sólo llevas puestos unos calzoncillos rojos. Ella observó que se estaba empalmando.

Al entrar, Bram había encendido la lámpara de le estantería que había al lado de la cama. Ella se arrodilló sobre la cama para pagarla. Al hacerlo, él le cogió la pierna, justo encima de la rodilla, con su mano huesuda. Ella le miró la mano.

-Suéltame- dijo Chantal. Él la soltó y la miro con curiosidad.

Hombres. Hay que tratarlos con dureza para mantenerlos a raya. Que gran verdad. Se sentó en la silla y cruzo las piernas.

-Quítate los calzoncillos- le ordeno

Bram se los quito.

-Buen chico- volvió a decir ella con voz condescendiente.

El estaba mas salido que un toro semental. Ella se rió y eso pareció excitarlo todavía mas.

-Mastúrbate- le dijo.

El corazón le latía con fuerza. Estaba nadando en aguas desconocidas. Nunca había visto a un hombre correrse. Estaba hipnotizada por el ritmo de su mano y el olor a incienso de las velas. Separo las piernas.

Sin dejar de masturbarse, Bram observo como ella se quitaba la camisa uy luego la falda, muy despacio. Después vio como se desabrochaba los cordones y se quitaba los zapatos y los calcetines que, por supuesto, eran negros. Chantal llevaba puesta su combinación favorita, un modelito de raso negro que había conseguido a precio de saldo porque tenia descosido el dobladillo. Sin quitarse la combinación, se deshizo de las bragas contoneándose como una serpiente.

Se sentó y estuvo observándolo un rato.

Abrió las piernas un poco mas y se subió la combinación justo lo necesario para que el pudiera verle el sexo. Estaba empapada. Se metió los dedos dentro, los saco y se los chupo.
-Natasha, por favor – gimió el.

Ella no le hizo caso y se masturbo lentamente hasta alcanzar el orgasmo. Se sentía poderosa, atractiva y sucia; una combinación realmente maravillosa. Al correrse, echo la cabeza hacia atrás y cerro los ojos. No lo oyó levantarse, pero sintió sus labios calientes en el cuello y otra mano acariciando su sexo. Bram estaba inclinado delante de ella, besándole la cara, los ojos, el pelo.

Cayeron encima de la cama con una pasión irreprimible. El le chupo los pezones con fuerza. Ella castigo los de Bram con los dientes y las uñas y lo obligo a ponerse boca arriba. Lo hizo gemir frotándole la cabeza del miembro con los labios de su sexo, hasta que por fin lo engulló por completo, subiendo y bajando una y otra vez con todo el peso de su cuerpo. Luego se inclino hacia delante, lo abrazo y giraron hasta quedar tumbados de costado, todavía unidos, follando y besándose sin parar. A estas alturas, se estaban restregando sobre un charco de sudor compartido; Chantal no podía diferenciar los latidos de su corazón de los del corazón de Bram. El movía el cuerpo de ella como sus versos movían sus pasiones. De repente la agarro con fuerza de las nalgas y, con un grito entrecortado, se corrió dentro de ella. Al notar el chorro de esperma caliente, Chantal tuvo un nuevo orgasmo. Según yacían tumbados, jadeando, abrazados el uno al otro, Chantal supo que acababa de tener la mejor experiencia sexual de toda su vida. Por ser una mujer con poca experiencia, naturalmente, confundió el sexo con el amor.



Dianne

Violación


Ya era hora de irnos de fiesta.
Me puse ropa ligera y cómoda.
Tocaba discoteca.
Tras haberme maquillado, me dispuse a salir.
El taxi estaba esperándome abajo.
Una amena conversación con el conductor.
Me chocaron sus ojos.
Y su forma de mirarme, de hablarme..
No le dí más importancia.
Mi parada.
Bajé y me reuní con mis amigos.
Nos quedamos fuera un rato bebiendo y haciendo de lo nuestro.
Entramos.
Luces, música, gente..
Aquel ambiente era genial.
Estaba rodeada de chicos y las hormonas respondían por sí solas.
Bailaba.
El sudor se hacía de notar.
Me daba igual, yo seguía moviéndome como mejor sabía.
El alcohol era el alma de la fiesta.
En uno de aquellos tragos, sentí cómo algo sólido se despejaba por mi garganta.
¿Droga quizá? Efectivamente.
No iba lo suficientemente consciente como para haberme dado cuenta.
Me lo tomé como una broma, total, no podría pasarme nada tan grave.
Mis caderas hacían su trabajo.
Y sin percatarme, cada vez iba enseñando un poco más de carne.
Tenía mucho calor, así que me fui al baño a mojarme un poco la cara y de paso retocarme.
Escuché una voz, que me era conocida.
Me extrañé, ya que era una voz masculina y yo estaba en el lavabo de las chicas.
No estaba sola.
De pronto, alguien me coge de la cintura y me da besos por el cuello.
Una parte de mí, tenía miedo, pues era un completo desconocido, pero por otra, quería seguir, quería llegar más lejos.
Me agarró fuerte de la mano y me metió dentro del aseo.
Creo que nunca se habían deshecho de mi ropa tan rápido.
Aquello era un descontrol, sin duda.
Empecé a encontrarme mal.
Él seguía.
Yo queria parar.
Siguió insistiendo.
Me puse nerviosa.
Le miré a la cara con ojos llorosos, rogando que parara.
Mirarle me impactó.
Aquel chico, era el taxista que me había traído.
Lo tenía todo planeado.
Insistí impacientemente.
Gritaba.
Pedía ayuda.
Nadie me escuchaba.
Me estaba violando..
Perdí la noción del tiempo.
De repente desperté.
Estaba tirada en el suelo.
Esta vez, estaba sola.
Ni el maquillaje ni la ropa hacían ya su función.
Salí del baño con la intención de volver con mi grupo.
No los encontré.
Abrí la puerta de la discoteca.
Miré al cielo.
Era de día.
Quería irme a casa.
Estaba lleno de taxis esperando ganar un poco de dinero.
De pronto ví cómo una chica, en muy mal estado, subió a uno de ellos.
No podía creérmelo.
El que le acogió fue el mismo taxista que hacía unas horas se había aprovechado de mí.
No pude reaccionar.
Él se percató de que yo le estaba mirando.
Me sonrió con malicia y se fue.

jueves, 19 de marzo de 2009

Planes puah! improvisacion way!


Planes puah!.

Los odio.

Siempre que planeo algo, sale todo mal.
El 24 de enero del 2009 decidí que no planearia ninguna super fiesta nunca más.


Al menos no de 30 personas.
Ayer fue mi cumpleaños.
Por lo tanto hoy es 1 de agosto.
Me gustan las noches, los dias que se improvisan.
Así que como ayer definitivamente decidí no volver a planear nada.
Decido contarlo.

Dos meses planeandolo.
Este año queria celebrar mi cumpleaños, en la playa de noche.
Como tengo diferentes grupos de amigos siempre suelo celebrarlo por separado.




La unica persona que no podia venir, la que más queria que viniera.
Pero bueno, sabia que lo podia pasar bien.
Bebidas etílicas.
Llego tarde.
Como es el día de mi cumpleaños, no em importa lo más minimo.
El que quiera que se queje.


Aunke se que no te voy a ver se que no vas a venir, mi subconsciente actua de modo que me visto justo como se que más te gusto.
No me iba a poner unos tacones, ni tampoco una liga con unas medias caras y bonitas.
Quedaba mejor, unas converse falsas, rayadas y rotas, un cadena con un candado al cuello, y una medias de rejilla rotisimas, con una minifalda escocesa y unos cuantos imperdibles.

Me quedan 300 m para llegar.
Ya les avise de que no queria bromas estupidas de esas nuestras.
Ni queria que si había alguien en la playa supiera que era mi cumpleaños.

Aún así todos sabian que yo queria el protagonismo de la noche, todos me conocian un minimo.
Lo primero que veo una pancarta enorme en la playa y no había nadie.
Mi movil empieza a sonar lo descuelgo.
Tenia que seguir unas flechas.
Las sigo llego y sigo sola.
La hora y el sitio las había puesto yo en mi fotolog, así que apareció algún que otro personaje.
Me dicen por telefono que fuera a otro sitio no tengo ganas así ke me dicen que no improta que en 5 min estan allí.
De repente llegan todos, me empiezan a caer preciosos regalos, besos sonrisas, felicitaciones, abrazos...
Me pongo feliz pero ninguno me llena.

Tu sabias que no queria que me felicitaras.
No queria un regalo cutre.
Yo solo queria una noche contigo.
Como las que habíamos pasado otra veces.
Solos.


Pero a punto de cumplir los 17 años, una persona minimamente madura, comprende perfectamente que si un día alguien no puede venir pues no puede y ya.
2:oo am (ya día 1)
me levanto sola, y me voy al agua no soporto esas risitas, viene mi mejor amigo, a ti ya no te considero amigo, tampoko mi royo ni mi novio pero nose, eres tu y no tiene más.

Me abraza con todas sus fuerzas.
Nos quedamos viendo la luna.
Es la unica persona que sabe como me siento realmente por dentro.
Tras algunas experiencias pasadas, este chico me conoce mejor que yo misma.

Tu estas en el hospital en una sala de espera, a una amiga tuya le tocaba una cesarea hoy, por eso sabiamos de antemano que no podrias venir y que, con su novio en otro pais, por un viaje de trabajo, te quedarias con ella toda la noche.

Tu temblabas nervioso, querias ver esa niña d euna vez, lo estabas esperando desde hacia mucho.
Pero aún así no querias estar allí.
Ella lo sabia.
A las 2:00 la niña estaba durmiendo la madre despierta y en perfecto estado, tu las habías visto bien.
Y no decias palabra.

Me quede observando la luna, mi mejor amigo dijo esta frase:
-Tengo que hacer una llamada muy importante, me prestas tu telefono? esque me he quedado sin bateria.
-Por supuesto.

De repente toda la gente me ve y deciden entrar en el agua corriendo salpicarme mojarme toda, ahogarme y esas cosas, me quedo subida a los hombros de un amigo cualquiera.
Haciendo una lucha de "a ver quien tira antes a quien"
gano(H) estoy temblando pero el imbecil que me tiene a hombros ni se da cuenta ni me escucha !!
Me tiro al agua y me salgo fuera.
Ha pasado más de 1h con la tonteria.


Me seco y veo a mi mejor amigo hablando contigo.
Corro como nunca he corrido tiro la toalla al suelo.
Estas en el paseo no has entrado en la arena.
Doi un enorme salto y me subo a tus brazos.
Me das el mejor abrazo que me han dado nunca.

Me empiezas a medio comer pero no llegas, a mi boca.
Y me susurras "felicidades" a la oreja.

Me giro y mi mejor amigo ya no esta.
A nuestro lado mi bolso con todas mis cosas.

Toco tu bolsillo.
Justo lo que queria encontrar.
Las llaves de tu piso, que está vacio.

Te miro a la cara ya bajada de tus brazos.
Me empiezas a vestir.
Que sensación más rara siempre había sido al reves!!
Me giro y miro a la cara a mi mejor amigo.
Me manda un beso por el aire y con un gesto me dice"largate".
Miro al resto de la gente, no parece que se vayan a inmutar de que no este.
En realidad es solo una paranoia mia, claro que quieren que esté, pero prefieren que me vaya donde quiero estar.

Sin despedirme me marcho contigo.
Llegamos en 10min a tu piso cogiditos de la mano.

Me ducho(ya que voy llena de arena).
Y salgo.
Me dejas una de esas camsietas tuyas, que me vienen enormes.
Estas en el sofa.
Me acerco me abrazas, nos quedamos mirandonos un rato.
Me empiezas a comer por el cuello, besitos y mordiscos, suaves, que van aumentando su intensidad conforme pasa el tiempo.
Nuestras bocas se encuentran, nuestras lenguas, me coges en brazos y me llevas a tu cama.
La ropa tarda poco en desaparecer.


Pasa.
Debia pasar.
Todo el mundo desde la playa sabia que estaba pasando.

Tus manos estan en zonas prohibidas, pero que para nosotros hacia ya un tiempo que eran conocidas.
Mis manos igual.
Tu boca recorriendo mi cuerpo de arriba abajo.
Y de repente, susurras frases que antes habías dicho, pero que esta noche sonaban mejor.

-Me gustas muchisimo. Necesitaba tenerte entre mis brazos. Estar entre tus piernas...
-Sabes que yo ... sabes que yo no soy de las que dicen ...sabes que yo...
-Te quiero.

Y lo dijiste.
Mi corazon estaba palpitando desesperadamente.
Llevabamos cinco meses, durmiendo juntos algunos sabados, algún día de fiesta...
Pero siempre lo habíamos dejado en pura atracción.
En ese momento me di cuenta de que te queria más que a nada.
Estabas dentro de mi y yo no podia pensar me quede en blaco estaba quieta.

-Estas bien? te pasa algo? que te ocurre?

Vuelvo en mi rapidamente reaciono ...

-Yo también te quiero.

Y seguimos así toda la noche.
Hasta que del propio cansancio, nos quedamos dormidos.

10:00 de la mañana nos despertamos.
Nos vestimos.
Yo me pongo ropa de mi mochila, bastante más decente que la día anterior. Cojiditos de la mano como si no nos pudieramos separar nos dirijimos al hospital.
Y por el camino me entero de que mi mejor amigo, había llamado a tu mejor amiga, y despues de las respectivas felicitaciones etc etc...
Le había contado todo.
Y te había obligado a venir.
Porque tu, no podias dejarla sola.
En realidad, mi mejor amigo esta noche te ha sustituido.
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Hoy es día 31 de Julio de 2010.
Ya tengo 18 años.
Hoy es mi cumplaños y el de la nena.
Es preciosa, y vamos a celebrarlo todos juntos.
En la playa

Ahora te veo practicamente todos los dias.
Y en septiembre empiezo a vivir contigo.
Me pilla... más cerca de la universidad.