"Excuse à mes lèvres. Ils trouvent satisfaire dans les lieux les plus inattendus"

martes, 5 de mayo de 2009

guerra sin palabras.




No entiendo el porque molestarse en provocarme.
No, mejor dicho, no entiendo el porque molestarme.
Odio a las chicas que se divierten paseándose entre la gente normal, llamando la atención en lo que puede ser un simple día de instituto.
Pero lo que más odio es cuando pasando por mi lado me miran con cara de superioridad.
Ayer fue la gota que colmó vaso.
Simplemente me provoco, pero más me provoco aún la mirada de "el" cuando ella acabava de pasar.Por favor pero si es una rubia de bote!Así es que hoy simplemente es mi turno.

Aprovechando que hoy es un día de actividades culturales,( uno de esos dias en los cuales nadie hace nada, y solo sirven para no dar clase y que tanto los alumnos como los profesores, nos dediquemos a pasear a nuestro ritmo por los pasillos ignorandonos mutuamente)me pinto los labios de un color bermellón.
Los coloretes y los ojos muy cuidadosamente, con una raya que realce mis ojos, y los haga más bonitos.

<<¿Se puede jugar con trampas? pues claro tu las usas todos los dias, tu eliges los sujetadores con aumento y yo utilizo mis escotes porque para el juego de hoy, no me interesa que se note el "push up".>>
Tengo para eligir varias piezas que me van perfectas con la camisa negra de manga corta que me he puesto, es perfecta ya que tiene un escote interminable. La primera es una faldita vaquera, la segunda una falda a cuadros (que ya he llevado otras veces) y la tercera unos shorts. Elijo la primera, ya que es la más provocativa y la que más alarga mis piernas.
En el tren, porsupuesto, la misma gente de todos los dias, pero que hoy no dejan de mirarme.Bajo y empiezo a caminar por el anden en dirección a la salida de esa enorme estación que parece no terminar nunca, todo el mundo me mira. Me siento alagada.

Solo tengo que cruzar la calle para llegar a mi instituto.
Y que haces tu?para variar estas en la entrada fumando, como todos los dias, fumando y hablando con los chicos que se quedan fumando, y revoloteando a tu alrededor.

Pero hoy no, esta vez no la han mirado a ella, esta mañana no la he mirado mal yo a ella, yo he llegado con una sonrisa, mientras ella se giraba a ver que miraba todo el mundo.

Entro royo "femme fatale" y que te den, yo no he visto tu carita, pero tranquila que luego me la van a contar.

F:Caroline

Hoy en el instituto, las cosas han cambiado.A mi nunca me ven, pero yo lo veo todo.
Esa estupida y creida chica hoy se a quedado un poco mal.Porsupuesto se ha hecho la enferma y se a marchado.
No importa nadie la ha hechado de menos.
No es de extrañar, que la gente hoy no le mirara a ella, cualquier chica que se arregle un poco queda mil veces mejor que ella, pero hoy ha sido la bomba.
Una chica, llamada Caroline ha llegado espectacular.Es su peor enemiga, a mi me cae mejor y creo que a la mayoria de la gente también. Solo que no van detras de ella babeando...Bueno hoy si. incluso esas estupidas niñas de la ESO se han quedado mirando con mala cara.
Ella se ha limitado ha comportarse como todos los dias.
Creo que hoy me he hecho fan de una mujer.

F:Damián


Por fin!Sabía que este día iba a llegar. Se que Caroline solo está jugando aunque nadie se de cuenta, le encanta jugar.
Normalmente juega desde el lado contrario, oculta entre todas esas personas.
Pero hoy ha explotado. Por fin mi genial mejor amiga, esa chica que realmente es preciosa, esa chica que ha llorado delante de mi por tantos chicos, por tantos cabrones.
Hoy se va a comer el mundo, y aunque se que mañana no volverá así, se que a ella nadie le volverá a mirar con mala cara.
Por cierto ¿Donde se habrá metido esa estúpida que siempre me pide cigarrillos?Debe haberse marchado a casa llorando.

F:Roberto.


Apareció, de la nada en mi habitación, la habitación del viaje previsto al que todos acudimos. Me encanta.
Esa mirada desgarradora, puede conmigo. Después de desnudarse lentamente se acercó, me acarició, empezó a recorrer mi cuerpo con la punta de su lengua

Anoche soñé con Caroline, hoy me he despertado sudando.
Nunca la había visto de ese modo, siempre la había visto como una hermana a la que secar las lagrimas.
Me siento como si la hubiera traicionado, después de todo este tiempo...
Como puede creer de verdad la gente que me gusta esa niñata?
Es...demasiado zorra...
F:Alex


Espero que ahora todo vuelva a la tranquilidad con menos tensiones...
yo ya explote...
No te conformes con observar como te quitan lo que quieres...
ahora tengo otro dilema....Alex por que? apareces en mis sueños?

F:Caroline

(Lo escribi hace mucho tenia que terminarlo)

Layla

sábado, 2 de mayo de 2009

Underground


El sonido del metro ahogó mis jadeos.

Puede que sea la frase que resuma toda esta historia, todo aquel momento. El metro, la gente, el ruido y las miradas. Y él, por supuesto fingiendo mirarme tan solo a mí, como yo solamente podía mirarle a él. Tenía miedo de malinterpretar alguna de sus palabras, de sus gestos asique no podía dejar de mirar aquellos ojos oscuros que escondía mil juegos.

Mil juegos como aquel.

Qué me llevaba a dejarme arrastrar por las manos a veces cálidas y a veces nerviosas de mi experimentado compañero era algo que no sabía. O quizá si lo sabía, pero prefería no pensarlo.

En aquel preciso momento, la falda de instituto revoloteó un momento entre mis piernas mientras el tren con dirección “no estoy segura ni en qué línea me encuentro” nos dejaba atrás, como náufragos por decisión propia. Me subí los calcetines azul marino más arriba de la rodilla y me volví a incorporar. Entonces estiró su mano y me levantó la barbilla.

—Deberías cortarte el pelo a capas.

—¿Si? ¿No te gusta así?

—En realidad me gustas siempre.

Mi corazón loco se aceleró imperceptiblemente para él, pero para mí retumbaba en los oídos impidiéndome pensar. De todas formas, ¿para qué quería pensar? Eso me había causado casi perder esa oportunidad y no quería volver a hacerlo aunque quizá fuera lo mejor para mí.

“¡Bah! ¡Al diablo lo que sea mejor para mí!”

Vinieron después los juegos de palabras, los intercambios de indirectas y no tan directas y el ansiado y esperado acercamiento que tanto tiempo se había hecho de rogar.

Su mano recorría mi espalda en círculos imperfectos, se paraba en mis caderas y allí descansaba la mano. Estaba nerviosa, después de todo era mí… Sentí su mano subir por el interior de mis muslos y pensé que aquello era irreal. Escalofríos incontrolados me dominaban, había dejado el control a otro. A él. Intenté sobreponerme y me salió una voz algo ronca o quizá aniñada, no consigo recordarlo cuando intenté hablar.

—Tengo… calor…

—Yo podría darte más calor y no te importaría el absoluto…

Aquella voz fue incitante, sexy, morbosa. Me había susurrado en el oído, su aliento me recorría el cuello y pronto no fue lo único que me lo recorría. Algo caliente y húmedo descendía desde la cavidad que había tras la oreja. Poco a poco, poniéndome la piel de gallina, haciéndome levantar una pierna y enredarla entre las suyas, muerta de deseo. En ese momento me hubiera gustado decirle “Soy tuya” y haberme abandonado a las oscuras emociones que me recorrían pero aún poseía la coherencia suficiente como para guardarme esas palabras. Era un juego, ya lo sabía de sobra… Sin embargo no estaba segura de cuánto tiempo iba a poder aguantar. Alcé las manos y me agarré a su cuello, sufriendo una leve convulsión y levantando el pecho inconscientemente. Él lo tomó como una invitación y su caricia se convirtió en beso, y el beso inició su camino hacia el nacimiento de mis senos. Me desabrochó el polo que llevaba y yo enredé las manos en su pelo, apretándolo con fuerza. De verdad estaba empezando a sentir más calor… demasiado calor. Le empujé y separé, retomando el control. O intentándolo. Él me miró con una de esas sonrisas pícaras suyas y me atrajo hacia él. Me abrazó, me acaloré con su calor a través del jersey, sentí su corazón y escuché mi respiración claramente agitada. Me dio vergüenza mostrarme tan sumisa, tan inocente, tan… suya.

—No, no me has dado más calor.

—Si estás ardiendo, luna— Contestó, acompañándolo de una carcajada sincera. Le divertía. Sonreí desafiante y segura de mí misma y al mirar un momento hacia abajo pude comprobar que no era la única con problemas de deseo. Él también estaba excitado. Lentamente, como una pantera hace con su presa, me acerqué con movimientos insinuantes y me puse de puntillas, para llegar mejor a su cuello. Ladeé su cabeza con cierta brusquedad y él medio sonrió. Puse entonces los labios en su cuello y noté su sabor. Su aroma me atontó por un instante y quise morderle, pero me contuve. Abrí un poco la boca y pasé rozando ligeramente la lengua por la zona donde iba a besarle. Eso le erizó el bello de la nuca. Después apreté los labios contra su fibroso cuello y presioné, atrayéndolo hacia mí a la vez que cerraba la boca y seguía haciéndole cosquillas con la lengua… Sabía de sobra que aquel era su punto débil y él no pudo soportarlo.

—Ey, ey ey ey ey…—Jadeó, a sabiendas de que deseaba más pero no podíamos continuar en aquel lugar. En el andén del metro. ¿Cuántos habían pasado? ¿Cuántas personas nos habían visto? Yo no me había percatado de ninguna. Todo se había silenciado, el mundo se había callado… Excepto él, él y yo.

De súbito noté unos labios en los míos. Abrí los ojos con miedo ¿qué tenía que hacer? ¿Dejarme llevar? Aquello me traía malos recuerdos. Pero entonces vi sus ojos, que me miraban retadores. Supe que era él y no otro y cerré los míos. No supe si había hecho lo mismo, pero sé que su sabor me acompañó el resto de la semana.

Sentí sus labios, su saliva se mezcló con la mía. Jadeamos, nuestros cuerpos se acercaron. Por el amor de Dios, qué necesidad sentía de terminar con aquello de algún modo… Notaba los pezones extrañamente duros, todo estaba sensible, cualquier roce… Entonces se separó y me sonrió como solo él sabía.

—Pareces un pervertido cuando me miras así—Comenté, intentando pensar en otra cosa.

Tenía que irse, lo sabía. Llegaba un tren, podía volver a oírlo. Intentó decirme algo, pero el tren entraba en la estación y las palabras fueron acalladas por su terrible orden de silencio. Quise pararle, preguntarle qué me había dicho pero no encontraba palabras. Tenía la garganta seca. De algún modo sabía que iba a ser nuestro último encuentro.

—Te… ¿Te vas ya?

Él sabía que lo necesitaba a mi lado, lo sabía de sobra. Para mí no había sido ningún juego. Me reprendí por ello, de pronto empecé a encontrarme mal y si no fuera por su abrazo oportuno, habría caído en el suelo del subterráneo. Me sostuvo y me volvió a susurrar, esta vez con cariño.

—Lunita mía…

Después, sencillamente, se marchó.

domingo, 19 de abril de 2009

sex&love...pasion





Evelyne, es la chica fugaz.

Hace unos años era una tonta enamoradiza,pero aprendió a jugar.

Disimuladamente claro está.

Se enamoraba de cualquier chico que le hacia un poco de caso.

Y le rompían el corazón una y otra vez...


Una vez, le tendieron una trampa, un chico que sabia lo tonta que era, se aprovecho para acostarse con ella.

Su primera vez.

Le dolió tanto enterarse de aquello, que su corazón se hizo fuerte y frió.

A partir de ese momento Evelyne, se acostó con muchos hombres...

La habían follado, había follado a gente.


Una noche de verano, en la terraza de un bar conoció a un chico, y claro estaba que iba a ser un juego como fue con todos los demás.

Puede incluso que al día siguiente no se acordara de su nombre.

Tal vez Carlos? David? Víctor?

No lo recordaría, así que no provaría a llamarle por su nombre...


Como era de costumbre, al poco rato esta en su cama, en la cama de el.

Vivía en un piso muy cuco, a las afueras de Alicante, cerca de la playa...
Un par de horas antes, al entrar en su casa, sintió que ese chico se parecía más a ella de lo que pensaba.

Se quedo mirando sus cosas.

Este chico era algo diferente, por poco que fuera, algo tenia.

El simple echo de no agarrarla y echarla sobre su cama, sin que le diese tiempo ni a mirar el color de sus paredes, ya lo hacia diferente.

Ese chico, la endulzo lentamente, y lo mejor, inconscientemente.
El era así.
Obviamente, terminaron en la cama, pero era algo mutuo, entre atracción sexual y un poco de amor, pero de ese que al día siguiente nadie recuerda.

Pero ni siquiera se molesto en desnudarla del todo, ella recordaba la melodia que el había tocado antes, con una pequeña flauta.

Y el le daba placer, mucho placer, no podía recordar nada, estaba fuera de si, se movía demasiado rápido, demasiado bien.
Todo era demasiado perfecto.

Amaneció.
Ella pensaba que todo había terminado.
Lo más trabajado que había vivido al día siguiente, un chico que junto a una nota de despedida le dejo una fresa.
Y ella quería comérsela, pero la dejo, fue a abrir la nevera y se comió las 7 que quedaban.

Al girarse, lo vio acostado a su lado.
Se quedo pensativa, se dio la vuelta y se hizo la dormida, pensando que seria temprano.

A los 10 minutos empezó a notar como una lengua, recorría su cuerpo...
Buen modo de despertarme...(pensó).

Y lo primero que le susurro al oído Sebastiann.
Era muy observador, sabia que no lo iba a recordar.

Ella se vistió rápidamente, el se metió en la ducha, y aprovecho para marcharse.
No estaba acostumbrada.
Pero no podía marcharse así sin más.


Le deja una notita, con su numero.
Estuvo todo el día pensando en porque no podía olvidarlo.
Tal vez volvía a ser una tonta enamoradiza!!

No!!
No podía ser...
Ella sabia controlar sus sentimientos!
Hay una diferencia muy amplia entre amor y sexo, y lo único que tienen en común la pasión.

No se lo explicaba, pero efectivamente no podía olvidarlo, no podía olvidar aquella preciosa melodía sacada de una flauta tan pequeña y tan preciosa...
No podía olvidar el color vino de sus paredes, ni a el encima de ella, penetrándola sin quitarle toda la ropa...


El sonido de aquella ducha se quedo grabado en su cerebro.


Llamaría o no?

martes, 31 de marzo de 2009

Lucy


Por supuesto que ella sabía que comerse de aquella manera una piruleta era un modo de seducción, lamiendo relajadamente el caramelo, alargaba la lengua, la paseaba por la superficie con sabor a fresa y después la introducía entre sus labios, hasta que quedaba oculta en la boca. Aquello, con la combinación de su vestido color rojo a lunares, podría haber hecho temblar a cualquiera, sin embargo, Sergio la miraba impasible, tachándola con la curvatura de sus cejas de guarra o algo por el estilo y Lucia no podía evitar hacer aquello con más coquetería, sabía que él tendría un limite y necesitaba rozarlo con uno de sus dedos, deleitándose en el contacto.


Descruzó las piernas y las subió sobre el banco, poniéndose de tal forma que ahora se le veían aquellas braguitas de algodón blanco que había elegido para él. Ella era una niña, una niña de 14 años demasiado tentadora, todavía no tenía los pechos totalmente formados, pero se alzaban ligeramente bajo la tela fina, pestañas espesas y manos delgadas, una voz melodiosa y una mirada profunda que bien podría haber asustado.

Claro que tentaba a Sergio, claro que se hubiese abalanzado sobre ella y la hubiese impregnado de su olor para que ningún otro macho se la quitara. Una muñeca, la virginidad al alcance de su mano, pero ella no rozaría su limite, tenía demasiado claro que un chico de 25 años, no debía acercarse a alguien como Lucia.

La adolescente se puso de pie algo molesta cuando Sergio apartó la vista al adoptar ella esa posición, y se paseó un poco entre los dos bancos, él solo se atrevía a mirarla cuando Lucia le daba la espalda, no, no podía hacerle creer lo que no debía ser.
Ella tosió un poco y dando un botecito se giró abruptamente, topando con los ojos de Sergio, sonrió y caminó hacia él totalmente decidida, una vez delante le puso una mano en el hombro y se sujetó para poder sentarse, sobre su pierna derecha, a horcajadas, como si fuese a montarle el muslo, él tragó. Ella volvió a meterse la piruleta en la boca y se acarició un mechó que tenía junto a la cara.

-Dime algo Sergio.- pidió ella con aquella voz melosa.- ¿Crees que soy bonita?

Más que bonita, perfecta, la estrella de nieve que cae entre los copos, el color rosa de los atardeceres veraniegos.

-Eres una niña normal.

Ella se removió contra el vaquero, él era consciente de que entre ellos solo habían dos piezas de ropa, su pantalón y la ropa interior de ella. Respiró hondo y la miró a los ojos.

-No soy una niña.- replicó pegándose un poco más a él, acortando las distancias, quedándose a una centímetros del cuello que comenzó a besar.

Los labios se pegaban a la piel por el caramelo, así que después de besar, Licia lamía el dulce y Sergio se estremecía. Cuando creyó que había sido suficiente, arrastrando el trasero hacia atrás se movió contra él y salió de encima de la pierna, volviéndose a poner de pié ante su cara dejando el pecho a la altura de los ojos de Sergio. Agachándose un poco le dio un beso en la mejilla y de un mordisco se acabó la piruleta, tiró el palo al suelo y se recolocó la falda.


-Las niñas no hacen estas cosas.- Sonrió de una forma infantil y se marchó a casa.

lunes, 23 de marzo de 2009

Hundida

Nunca entenderá, el porque de las fiestas del jueves por la noche.
Se despierta, y esta sola en la cama.
Hace frió, demasiado. No solo esta vacía, ni siquiera se ha deshecho por el otro lado. Aún no ha llegado.
8:00
Se levanta se ducha, esta desesperada!
No llega, pues puede que cuando el despierte la que no esté sea ella. Llueve, los dias de lluvia no le gustan, no cuando no puede salir a saltar en los charcos.
Mientras está en la ducha escucha la puerta.
Sale, esta tirado en el suelo, y muy borracho. Haciendo fuerza lo lleva hasta la cama, lo desnuda.
Le pone el pijama y lo deja acostado.
Se termina de duchar, sale y el esta de pie en el pasillo.
-Te encuentras bien quieres vomitar?
No contesta. Se acerca a ella la abraza...
-Estas borracho porque no te das una ducha?
La coje con fuerza le quita el albornoz y lo lanza.
-Para, tengo que irme, tengo clase no puedo faltar!

La coje y la estampa contra la pared!
-Dejame! No quiero! Sueltame!
-Eres mia, no tengo porque soltarte.
Nunca había conocido esa parte de el...
Le hace daño! El no es así! No pensaba que fuera así al menos!
Siempre había sido dulce...
La tira al suelo, se tumba encima de ella y la agarra por las manos!
-No! dejame! Respetame como mínimo no? Sueltame!

No se puede deshacer de el...
La penetra, ella se resiste, le hace daño y más daño!
No para...

Consigue soltarse y restregandose por el suelo moverse, esta boca abajo ahora pero el no la deja marchar...
Consigue llegar hasta una figura que había en medio del pasillo... No se atreve...
Ella le quiere le no es así... no entiende que ocurre...
Le muerde!

El para, se aparta.
Se queda con los ojos abiertos como platos...
-Que he hecho...?
Llora, ella llora ella no puede evitar llorar, se siente sucia.
El no reacciona... no puede, no sabe...

Se acerca a ella y ella no lo rechaza, pero ve en sus ojos el daño que le ha hecho...
El la quiere es lo unico que tiene, a ella...
Si se acerca ella tiembla tiene miedo... le tiene miedo...

No soporta esa sensación dentro de el...No puede que puede hacer?
En unas horas a sobrepasado un límite al que nunca se había acercado...

Ella saca todo su valor...
Aún recuerda donde guardo la maleta cuando llegó allí.
En realidad no se quiere marchar...
Pero que puede hacer?
La había violado...

Queria borrar ese día de su vida...
Se encierra...
Mete cuatro trapos, y le escribe en un papel:
[Ya te mandaré mi nueva dirección, y así me mandas el resto de cosas. La cena está en la nevera.]

Sale al pasillo y lo ve roto, llorando.
Un día le enseñaron que nunca debia permitir que un hombre la maltratara, que se debia hacer respetar.
Va bajo los efectos del alcohol.

-Por favor...no te marches...are todo lo que quieras... pero porfavor... eres todo lo que tengo no me dejes aqui solo...
-Yo no te dejo solo. Tu me dejaste sola anoche.

Coje los cuatro trastos y sin cojer las llaves se larga.
Será de lo que más se arrepienta en su vida.
Y ya no sabe, si se marcha, por lo que le ha hecho, o porque sabe que no podra soportar su mirada de dolor.
Cuando la compadezca, como si ella no fuera una persona lo suficientemente fuerte como para protegerse.



Le mandó la dirección.
No recibió nada.
Le llamo y no estaba encendido.
La localizo una antigua amiga.
Se había suicidado y había dejado una pequeña nota:
Ni con este castigo, me arrepentiré lo suficiente.

Te quiero.

Alcohol en vena



-Voy borracha.- Declara Lucía al entrar al baño, quiere cambiarse de ropa y quitarse sus tacones.

-Yo también.- admite Cesar mientras cierra la puerta con pestillo. –Necesito una ducha caliente.- Se saca la camiseta por la cabeza, Lucia deja de respirar (¿Cómo de caliente? Pregunta su perversa mente) y suelta una carcajada al verlo, llevaba meses sin observar el cuerpo de Cesar y no recordaba la manera en que la recalentaba.- Pero no mires.

-Claro que voy a mirar, te estás desnudando delante de mí.

Cesar sonríe ya en calzoncillos y apaga la luz del baño, se quedan en penumbras, aun se ve algo.

-Venga, date la vuelta.

Suelta una risita al ponerse de espaldas a la ducha, muerta de ganas por girarse y vislumbrar como el agua viaja por la piel de Cesar.

-Date tú también la vuelta, tengo que cambiarme.- Se descalza y consigue deshacerse de aquellas molestas medias que ha estado subiéndose toda la noche.- ¿Sabes? Siempre he querido acostarme contigo. – De nuevo ríe y se baja la falda empujándola con un pie.

El agua aun no se ha puesto en marcha y piensa en volverse para buscar la mirada de Cesar ante aquella declaración. No lo hace.

-¿Sigues ahí?- Pregunta esperando que él conteste.

-Sí.- Susurra despacio y cálidamente en el oído de ella, como un ronroneo, pecho contra espalda.
Lucia se plantea tirar las piernas hacia atrás y entrar en contacto pleno con él. Tampoco lo hace. No esperaba aquel asalto, pero lo estaba deseando. Las manos de Cesar se colocan al borde de su camiseta, tira hacia arriba. Cuando el trozo de tela cae al suelo, ella lo vuelve a apartar con el pie.
Deberían tener frío, en cambio arden.

Lucia empieza a darse la vuelta.

-Te he dicho que no mires.- Cesar la muerde en el hombro y sujeta sus manos.

La ropa interior de Lucia se humedece y gime un poco por la mezcla de dolor y placer que la deshace de dentro hacia fuera. Aprieta los dientes y se retuerce dando un paso hacia atrás. Él se mantiene en su sitio, al siguiente empujón pierden la estabilidad y ambos caen al suelo, Cesar la suelta y se echan a reír como dos niños que solo jugaban.

-¿Te he hecho daño?- Dice ella intentando ponerse en pie, él se lo impide y a base de hacer fuerza consigue tumbarla contra el suelo del baño, boca arriba. Cesar niega con la cabeza y gatea sobre ella hasta quedarse a la altura de su boca, no la besa, no se besan, se miran y sonríen con complicidad.

Bendita tortura puede llegar a ser una lengua, que inicia su recorrido en la oreja, descendiendo por el cuello, miles de llamas que encienden un cuerpo. Se detiene para deshacerse del sujetador de Lucia y se entretiene tras quitárselo, en sus pechos redondeados con piel de gallina, saliva por todo el cuerpo, llega al ombligo y juguetea con el piercing, continúa, evade las bragas, las salta y Lucia maldice. Mordisquea los muslos, besa sus rodillas y la mira. Ella está enfadada.

Cesar le coge las piernas y las separa. Entonces su lengua lame donde ella lo necesita con el tejido de por medio, mientras le pellizca el costado. Lucia le tira del pelo y alza las caderas. Se miran, se ríen.

Él se deja caer al lado de ella. Lucia cree que tiene fiebre por el cuerpo y no puede evitar los jadeos, todo el mundo da vueltas y las sombras se mueven a su antojo. Con un dedo recorre la piel de Cesar, despacio, muy despacio y le tararea una canción estúpida en el oído. Le muerde el brazo.

-Puta, duele.- se queja.

Sonríe y para. Para el mordisco, el dedo ha seguido bajando y ahora acaricia el abdomen, aplana la mano abarcando toda la superficie que puede, sin vergüenza se mete por debajo de la goma del slip, él cierra los ojos, pero ella no puede verlo con claridad. Envuelve el miembro, se relame los labios.

-¿No ibas a ducharte?

Ahora es la mano de Cesar la que se cuela entre la humedad de Lucia. Se imagina a toda la gente que debe haber bajo y eso la excita más. Ambos aceleran el ritmo. Pega el cuerpo al de él, sus pezones endurecidos acarician el pecho de Cesar. Le lame el cuello sin dejar de masturbarle y busca su boca, de nuevo a escasos centímetros y los gemidos de uno se confunden con los del otro, huelen a alcohol. Él se acerca, quiere besarla, Lucia se aparta y sonríe, aquello acaba en bocado, ese es su castigo, pero cada vez que Cesar le clava los dientes Lucia cree morirse del gusto.

Empiezan a temblarle las piernas, lo sostiene con más fuerza, le besa la oreja, le jadea, mordisquea su lóbulo y se deshace contra la mano de él. Cuando Cesar ve como Lucia arquea la espalda aprieta la mandíbula y pone esa cara de malo que ponen todos, lascivia, se corre. Ella se ríe satisfecha, aun están borrachos. Alargan la mano hasta el bidet para lavársela y se acurrucan después el uno en el otro.

Tocan a la puerta, cierran la boca, intentan abrir.

-Ey, quien esté dentro que abra.- dice una voz al otro lado.

Cesar señala a Lucia y le hace un gesto para que hable. Ella duda.

-No puedo, ahora saldré, se me ha caído encima bebida y voy a darme una ducha caliente…
Si alguien vuelve a preguntarme haré otro ¬¬

El hombre del cigarrillo.


Ding dong. El timbre.

Gisele mira el reloj. No lo espera tan pronto, aunque ya está lista. De todos modos, decide hacerle esperar. Él llama dos veces más.

Deja que llame una tercera y se quita los pendientes. Avanza despacio hacia la puerta, y la abre a la vez que finge ponerse los pendientes.

- Espera un momento, ya casi estoy.


Gisele sabe guardar las apariencias. Pasea cogida del brazo de él, le sonríe y finge que le escucha. Se deja arrastrar a un restaurante elegante. Come y se comporta con elegancia, se mueve con gracia. Una chica refinada, toda una señorita. Una mujer seria.

Pero no, la seriedad no le va demasiado. Lo que ella espera de ese hombre es sexo. Única y exclusivamente. Si se deja llevar a cenar es sólo por guardar las apariencias, aunque está segura de que su acompañante sabe perfectamente qué clase de chica es ella. Una chica fácil.

Terminan de cenar. El café en mi casa, ofrece Gisele. La cuenta y la última copa. El camino de regreso es lento, aunque los dos quieren terminar cuanto antes.

Adicta. A Gisele le gusta mucho el sexo, pero los hombres la aburren. Por eso, cada vez es con uno diferente. Adicta. Pero últimamente el propio sexo la aburre.

Llegan a su casa. Él va al baño, y ella entra en la cocina, sin la más mínima intención de hacer café. Un vaso de agua y mira por la ventana.

Ya no se siente excitada. Saber que va a tener sexo le provoca la misma emoción que fumar un cigarrillo. Sabe que es placentero, pero también sabe que se lo va a fumar, sí o sí. Un polvo y un cigarrillo, sólo duran un par de caladas. Adicta, no excitada.

Ahora quiere un cigarro. Mira por la ventana, mientras espera a que él vuelva. Fumará después. Siempre ha pensado que esa ventana es demasiado grande para una cocina. A menos de cinco metros hay otro edificio. ¿Para qué una ventana tan grande para ver sólo ladrillo?

No, no es sólo ladrillo lo que ve. Desde ahí puede ver otra ventana, una sola, la única a esa altura del edificio de enfrente que da a esa calle. No es tan grande, y la luz está apagada.

Se oyen pasos en el pasillo. Él está viniendo, pero Gisele sigue mirando la ventana de enfrente. Y entonces distingue, en medio de la oscuridad, un punto rojo, que aumenta y decrece.

Él entra. Se acaba el teatro. La rodea desde atrás y empieza a morderle el cuello. Pero ella sigue mirando. Ahora alcanza a ver una oscura silueta, casi invisible en la oscuridad. Un hombre la está mirando, mientras se fuma un cigarro.

Mientras, él ha subido sus manos hasta sus pechos, y se los masajea con ansia, y le muerde ahora la oreja. Ella gime para contentarle, y sigue mirando. Sabe quien es el hombre que la mira. Compra el pan en el mismo horno que ella, y es socio del mismo videoclub. Más próximo de los cincuenta que de los cuarenta, es un de esos hombres que solo se vuelven atractivos cuando en su cabello empiezan a aparecer canas y dejan de afeitarse a diario. Uno de esos hombres a los que el paso del tiempo les vuelve sexys.

Él sigue masajeándole los pechos. Le ha quitado la blusa y le ha descolocado el sujetador. Ella sigue mirando, y el hombre del cigarrillo la mira también. Ella no puede verle la cara, pero sabe que mira. La mira y fuma, y ella se excita. Quiere que siga mirando, mientras otro hombre se la tira. Quiere que mire, quiere que vea todo lo que va a hacer.

Se gira y besa al hombre que va a formar parte de su función. Lo giro y lo estampa contra la encimera, y ella se pone enfrente. De este modo, puede seguir mirando a la ventana. Se quita el sujetador y deja que él le lama los pechos, mientras ella le baja la cremallera del pantalón. Se agacha y libera su erección. El jadea mientras ella hace. Gisele sabe que el hombre está viendo eso, y se lo introduce más adentro.

Se incorpora. Él sigue jadeando, y ella mira la ventana mientras se relame. Se desnuda y lo aparta de la encimera. Se tumba boca arriba, con las piernas colgando hacia el suelo, y la cabeza hacia atrás. Así puede mirar la ventana, aunque lo ve todo al revés. Él hace ademán de desnudarse también, pero ella le dice qué quiere que haga.

Los hombres la aburren. La fastidian. Nunca saben lo que una mujer quiere. Hay que explicarles constantemente qué es lo que tienen que hacer. La aburren.

Mientras él recorre con la lengua su interior, ella grita. Lamenta entonces no tener la ventana abierta para que el hombre pueda escuchar sus gritos. Se corre, más por la excitación de ser observada que por el placer que le están dando.

Lo coge ahora de la camisa y lo tumba sobre la encimera. Le quita los zapatos, los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. Le deja puesta la camisa, y de reojo puede ver el cigarrillo encendido en la ventana de enfrente.

Abre las piernas y se coloca encima de él. Poco a poco lo introduce dentro de su cuerpo. Empieza a mover las caderas arriba y abajo. Apoya la cabeza en su hombro derecho, y gira la cabeza en dirección a la ventana. El hombre sigue allí. Gisele sonríe y entonces se mueve más y más rápido, subiendo y bajando más las caderas, con más fuerza, casi con violencia. El cigarrillo del hombre todavía no se ha consumido.

Finalmente él se corre, después de que ella haya tenido otro orgasmo, del cual él no tiene el mérito. Gisele se incorpora, quedándose sentada en la encimera, desnuda, y lo empuja para que baje.

Mientras él se viste, ella contempla la ventana. Busca entre su ropa, y saca su pintalabios rojo. Se pinta los labios con la boca entreabierta. Mientras el hombre da su última calada, ella besa el cristal, dejando la marca de sus labios. Un beso para su espectador. A ti te dedico este polvo.

El cigarrillo casi se ha consumido por completo, pero antes de que el hombre lo apague, Gisele puede distinguir con facilidad, a pesar de la oscuridad, la sonrisa morbosa y pícara que el hombre le brinda.

El espectáculo le ha gustado.