"Excuse à mes lèvres. Ils trouvent satisfaire dans les lieux les plus inattendus"

martes, 5 de mayo de 2009

guerra sin palabras.




No entiendo el porque molestarse en provocarme.
No, mejor dicho, no entiendo el porque molestarme.
Odio a las chicas que se divierten paseándose entre la gente normal, llamando la atención en lo que puede ser un simple día de instituto.
Pero lo que más odio es cuando pasando por mi lado me miran con cara de superioridad.
Ayer fue la gota que colmó vaso.
Simplemente me provoco, pero más me provoco aún la mirada de "el" cuando ella acabava de pasar.Por favor pero si es una rubia de bote!Así es que hoy simplemente es mi turno.

Aprovechando que hoy es un día de actividades culturales,( uno de esos dias en los cuales nadie hace nada, y solo sirven para no dar clase y que tanto los alumnos como los profesores, nos dediquemos a pasear a nuestro ritmo por los pasillos ignorandonos mutuamente)me pinto los labios de un color bermellón.
Los coloretes y los ojos muy cuidadosamente, con una raya que realce mis ojos, y los haga más bonitos.

<<¿Se puede jugar con trampas? pues claro tu las usas todos los dias, tu eliges los sujetadores con aumento y yo utilizo mis escotes porque para el juego de hoy, no me interesa que se note el "push up".>>
Tengo para eligir varias piezas que me van perfectas con la camisa negra de manga corta que me he puesto, es perfecta ya que tiene un escote interminable. La primera es una faldita vaquera, la segunda una falda a cuadros (que ya he llevado otras veces) y la tercera unos shorts. Elijo la primera, ya que es la más provocativa y la que más alarga mis piernas.
En el tren, porsupuesto, la misma gente de todos los dias, pero que hoy no dejan de mirarme.Bajo y empiezo a caminar por el anden en dirección a la salida de esa enorme estación que parece no terminar nunca, todo el mundo me mira. Me siento alagada.

Solo tengo que cruzar la calle para llegar a mi instituto.
Y que haces tu?para variar estas en la entrada fumando, como todos los dias, fumando y hablando con los chicos que se quedan fumando, y revoloteando a tu alrededor.

Pero hoy no, esta vez no la han mirado a ella, esta mañana no la he mirado mal yo a ella, yo he llegado con una sonrisa, mientras ella se giraba a ver que miraba todo el mundo.

Entro royo "femme fatale" y que te den, yo no he visto tu carita, pero tranquila que luego me la van a contar.

F:Caroline

Hoy en el instituto, las cosas han cambiado.A mi nunca me ven, pero yo lo veo todo.
Esa estupida y creida chica hoy se a quedado un poco mal.Porsupuesto se ha hecho la enferma y se a marchado.
No importa nadie la ha hechado de menos.
No es de extrañar, que la gente hoy no le mirara a ella, cualquier chica que se arregle un poco queda mil veces mejor que ella, pero hoy ha sido la bomba.
Una chica, llamada Caroline ha llegado espectacular.Es su peor enemiga, a mi me cae mejor y creo que a la mayoria de la gente también. Solo que no van detras de ella babeando...Bueno hoy si. incluso esas estupidas niñas de la ESO se han quedado mirando con mala cara.
Ella se ha limitado ha comportarse como todos los dias.
Creo que hoy me he hecho fan de una mujer.

F:Damián


Por fin!Sabía que este día iba a llegar. Se que Caroline solo está jugando aunque nadie se de cuenta, le encanta jugar.
Normalmente juega desde el lado contrario, oculta entre todas esas personas.
Pero hoy ha explotado. Por fin mi genial mejor amiga, esa chica que realmente es preciosa, esa chica que ha llorado delante de mi por tantos chicos, por tantos cabrones.
Hoy se va a comer el mundo, y aunque se que mañana no volverá así, se que a ella nadie le volverá a mirar con mala cara.
Por cierto ¿Donde se habrá metido esa estúpida que siempre me pide cigarrillos?Debe haberse marchado a casa llorando.

F:Roberto.


Apareció, de la nada en mi habitación, la habitación del viaje previsto al que todos acudimos. Me encanta.
Esa mirada desgarradora, puede conmigo. Después de desnudarse lentamente se acercó, me acarició, empezó a recorrer mi cuerpo con la punta de su lengua

Anoche soñé con Caroline, hoy me he despertado sudando.
Nunca la había visto de ese modo, siempre la había visto como una hermana a la que secar las lagrimas.
Me siento como si la hubiera traicionado, después de todo este tiempo...
Como puede creer de verdad la gente que me gusta esa niñata?
Es...demasiado zorra...
F:Alex


Espero que ahora todo vuelva a la tranquilidad con menos tensiones...
yo ya explote...
No te conformes con observar como te quitan lo que quieres...
ahora tengo otro dilema....Alex por que? apareces en mis sueños?

F:Caroline

(Lo escribi hace mucho tenia que terminarlo)

Layla

sábado, 2 de mayo de 2009

Underground


El sonido del metro ahogó mis jadeos.

Puede que sea la frase que resuma toda esta historia, todo aquel momento. El metro, la gente, el ruido y las miradas. Y él, por supuesto fingiendo mirarme tan solo a mí, como yo solamente podía mirarle a él. Tenía miedo de malinterpretar alguna de sus palabras, de sus gestos asique no podía dejar de mirar aquellos ojos oscuros que escondía mil juegos.

Mil juegos como aquel.

Qué me llevaba a dejarme arrastrar por las manos a veces cálidas y a veces nerviosas de mi experimentado compañero era algo que no sabía. O quizá si lo sabía, pero prefería no pensarlo.

En aquel preciso momento, la falda de instituto revoloteó un momento entre mis piernas mientras el tren con dirección “no estoy segura ni en qué línea me encuentro” nos dejaba atrás, como náufragos por decisión propia. Me subí los calcetines azul marino más arriba de la rodilla y me volví a incorporar. Entonces estiró su mano y me levantó la barbilla.

—Deberías cortarte el pelo a capas.

—¿Si? ¿No te gusta así?

—En realidad me gustas siempre.

Mi corazón loco se aceleró imperceptiblemente para él, pero para mí retumbaba en los oídos impidiéndome pensar. De todas formas, ¿para qué quería pensar? Eso me había causado casi perder esa oportunidad y no quería volver a hacerlo aunque quizá fuera lo mejor para mí.

“¡Bah! ¡Al diablo lo que sea mejor para mí!”

Vinieron después los juegos de palabras, los intercambios de indirectas y no tan directas y el ansiado y esperado acercamiento que tanto tiempo se había hecho de rogar.

Su mano recorría mi espalda en círculos imperfectos, se paraba en mis caderas y allí descansaba la mano. Estaba nerviosa, después de todo era mí… Sentí su mano subir por el interior de mis muslos y pensé que aquello era irreal. Escalofríos incontrolados me dominaban, había dejado el control a otro. A él. Intenté sobreponerme y me salió una voz algo ronca o quizá aniñada, no consigo recordarlo cuando intenté hablar.

—Tengo… calor…

—Yo podría darte más calor y no te importaría el absoluto…

Aquella voz fue incitante, sexy, morbosa. Me había susurrado en el oído, su aliento me recorría el cuello y pronto no fue lo único que me lo recorría. Algo caliente y húmedo descendía desde la cavidad que había tras la oreja. Poco a poco, poniéndome la piel de gallina, haciéndome levantar una pierna y enredarla entre las suyas, muerta de deseo. En ese momento me hubiera gustado decirle “Soy tuya” y haberme abandonado a las oscuras emociones que me recorrían pero aún poseía la coherencia suficiente como para guardarme esas palabras. Era un juego, ya lo sabía de sobra… Sin embargo no estaba segura de cuánto tiempo iba a poder aguantar. Alcé las manos y me agarré a su cuello, sufriendo una leve convulsión y levantando el pecho inconscientemente. Él lo tomó como una invitación y su caricia se convirtió en beso, y el beso inició su camino hacia el nacimiento de mis senos. Me desabrochó el polo que llevaba y yo enredé las manos en su pelo, apretándolo con fuerza. De verdad estaba empezando a sentir más calor… demasiado calor. Le empujé y separé, retomando el control. O intentándolo. Él me miró con una de esas sonrisas pícaras suyas y me atrajo hacia él. Me abrazó, me acaloré con su calor a través del jersey, sentí su corazón y escuché mi respiración claramente agitada. Me dio vergüenza mostrarme tan sumisa, tan inocente, tan… suya.

—No, no me has dado más calor.

—Si estás ardiendo, luna— Contestó, acompañándolo de una carcajada sincera. Le divertía. Sonreí desafiante y segura de mí misma y al mirar un momento hacia abajo pude comprobar que no era la única con problemas de deseo. Él también estaba excitado. Lentamente, como una pantera hace con su presa, me acerqué con movimientos insinuantes y me puse de puntillas, para llegar mejor a su cuello. Ladeé su cabeza con cierta brusquedad y él medio sonrió. Puse entonces los labios en su cuello y noté su sabor. Su aroma me atontó por un instante y quise morderle, pero me contuve. Abrí un poco la boca y pasé rozando ligeramente la lengua por la zona donde iba a besarle. Eso le erizó el bello de la nuca. Después apreté los labios contra su fibroso cuello y presioné, atrayéndolo hacia mí a la vez que cerraba la boca y seguía haciéndole cosquillas con la lengua… Sabía de sobra que aquel era su punto débil y él no pudo soportarlo.

—Ey, ey ey ey ey…—Jadeó, a sabiendas de que deseaba más pero no podíamos continuar en aquel lugar. En el andén del metro. ¿Cuántos habían pasado? ¿Cuántas personas nos habían visto? Yo no me había percatado de ninguna. Todo se había silenciado, el mundo se había callado… Excepto él, él y yo.

De súbito noté unos labios en los míos. Abrí los ojos con miedo ¿qué tenía que hacer? ¿Dejarme llevar? Aquello me traía malos recuerdos. Pero entonces vi sus ojos, que me miraban retadores. Supe que era él y no otro y cerré los míos. No supe si había hecho lo mismo, pero sé que su sabor me acompañó el resto de la semana.

Sentí sus labios, su saliva se mezcló con la mía. Jadeamos, nuestros cuerpos se acercaron. Por el amor de Dios, qué necesidad sentía de terminar con aquello de algún modo… Notaba los pezones extrañamente duros, todo estaba sensible, cualquier roce… Entonces se separó y me sonrió como solo él sabía.

—Pareces un pervertido cuando me miras así—Comenté, intentando pensar en otra cosa.

Tenía que irse, lo sabía. Llegaba un tren, podía volver a oírlo. Intentó decirme algo, pero el tren entraba en la estación y las palabras fueron acalladas por su terrible orden de silencio. Quise pararle, preguntarle qué me había dicho pero no encontraba palabras. Tenía la garganta seca. De algún modo sabía que iba a ser nuestro último encuentro.

—Te… ¿Te vas ya?

Él sabía que lo necesitaba a mi lado, lo sabía de sobra. Para mí no había sido ningún juego. Me reprendí por ello, de pronto empecé a encontrarme mal y si no fuera por su abrazo oportuno, habría caído en el suelo del subterráneo. Me sostuvo y me volvió a susurrar, esta vez con cariño.

—Lunita mía…

Después, sencillamente, se marchó.